miércoles, 27 de marzo de 2013

El atleta revolucionario


“Nos encontrábamos con un grupo de camineros que estaban en una práctica de fútbol, ya que debían enfrentarse a una cuadrilla rival. Alberto sacó de la mochila un par de alpargatas y empezó a dictar su cátedra. El resultado fue espectacular: contratados para el partido del domingo siguiente; sueldo, casa, comida y transporte hasta Iquique. Pasaron dos días hasta que llegó el domingo jalonado por una espléndida victoria de la cuadrilla en que jugábamos los dos y unos chivos asados que Alberto preparó de modo de maravillar a la concurrencia con el arte culinario argentino”.
Así describió Ernesto Guevara en su escrito Notas de viaje su reencuentro con el fútbol en tierras chilenas. Ocurrió en el inicio de su recorrido por la Latinoamérica profunda junto a Alberto Granados. Aún no había aflorado en él esa concepción que sólo se es revolucionario cuando se está dispuesto a dejar todas las comodidades de lado para emprender el camino de la lucha. Todavía no era el “Che” que revolucionó Cuba y faltaba mucho para que el fotógrafo cubano Alberto Korda lo transformara en uno de los íconos más reconocidos por la humanidad.
En ese episodio, ocurrido en el país trasandino, simplemente era Ernesto Guevara Linch un joven de apenas 23 años que utilizando al fútbol como método de integración y supervivencia comenzaba a gestarse como uno de los personajes más importantes del siglo XX. En su periplo recorrió diferentes puntos de América Latina y estuvo en contacto con los sectores más castigados y el futbol siempre fue la excusa perfecta para crear lazos afectivos. Eran los primeros pasos por los caminos latinoamericanos de la figura universal que enarbola los ideales de millones de personas y genera el rechazo de tantos otros
Como bien dijo el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II la del Che es una figura que el tiempo no deslava y que por siempre continuará sujeta en manuales de la historia mundial. Y es en esa historia, que está cubierta de sucesos increíbles, en donde también aparece una rica relación de Ernesto Guevara con el deporte. Porque en su corta pero intensa vida, el Che además de tener unos ideales incorruptibles fue un apasionado de la literatura, la historia y también de la práctica deportiva.
Sus historiadores han podido dictaminar que el Che, aunque se inclinó por unas pocas, realizó catorce disciplinas deportivas. Los diferentes documentos permiten contabilizar que Ernesto Guevara alguna vez practicó natación, golf, ajedrez, tenis, boxeo, ping pong, básquet, futbol, rugby, alpinismo, tiro, remo, lucha libre y beisbol,
“Fue el deportista asmático más célebre de la historia, aunque su notoriedad no provino ni del deporte ni del asma. Entre la veneración y el desprecio, estigma del Bien o del Mal, a Ernesto Guevara casi nada de los humano le fue ajeno. Tampoco el deporte, donde atrapó inhaladores, atajó en leprosarios, devoró rutas y se despreocupó de las fronteras que separan los que corresponde y lo que no. "Muchos me dirán aventurero y lo soy; sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades", afirmó cerca de su final. Así ganó, así perdió, así vivió. Y así también jugó”, escribió el notable periodista Ariel Scher en su libro La Patria Deportista.

Alta Gracia y su desarrollo deportivo
A los doce años, el pequeño Ernesto Guevara encontró el asombró en una pileta de natación. Fue en Alta Gracia, Córdoba, el lugar al que se había dirigido junto a su familia para contrarrestar sus problemas respiratorios a causa del asma, y el responsable de su fascinación tenía nombre y apellido: Carlos Espejo Pérez, uno de los grandes nadadores que dio la República Argentina.
Junto al notable pechista cordobés, el joven Ernesto empezó a practicar la disciplina que se transformaría en el primer deporte que practicaría. “Contra las disposiciones médicas y a escondidas de sus padres, se entrenaba mañana y tarde hasta tornar en un entrenamiento de sus amigos el tomarle el tiempo de sus mejores intentos”, escribió Ariel Scher.
Y agregó: “Cuando en la casa paterna se descubrieron las fugas de Ernesto hacia la pileta, la explicación fue la misma que se empleaba para tratar de comprender otras conductas del hijo mayor del hogar. Bordeando la objetividad decían: ‘tiene un carácter rebelde’”.
Pero además de mejorar su salud, Alta Gracia propició el desarrollo deportivo del pequeño Ernesto. Carmen de la Serna, tía delChe, le confesó al periodista y biógrafo, Hugo Gambini, que "cuando era muy chico tenía los hombros levantados por la respiración forzada, pero luego se le ensanchó la caja torácica con el deporte y el aire de Córdoba".
Según su padre, en las tierras cordobesas, también llegó a ser "un excelente jugador de golf" fruto de que su casa quedaba pegada al campo de golf de la ciudad y de su amistad con los caddies del lugar. "Todos venían a mi casa, desde los hijos del encargado del hotel de Alta Gracia hasta los caddies del campo de golf", narró Ernesto Guevara Linch. La descripción de Guevara padre permite escribir como su hijo utilizó el deporte para generar fuertes lazos sociales.
En su gran investigación periodística Scher describe que los años de estadía en Alta Gracia contribuyeron para que el cuerpo de Guevara mejorara su capacidad aeróbica, aunque no lograron sofocar el asma, que le duró toda la vida. En esa época inauguró su entusiasmo por las caminatas y también un ejercicio que le sería particularmente útil mucho después: el montañismo. Ernesto aprovechó los cerros cordobeses para conseguir dos piernas firmes, a las que fortaleció subiendo y bajando las alturas que circundaban su casa.
A partir de su relación con los Aguilar, una familia española que había abandonado su país por el franquismo, Ernesto aprendió a jugar al ajedrez. Era 1939, el Che tenía apenas once años, pero esas partidas con los Aguilar iban transformase en una de las mayores pasiones de su vida.
Escribió Ariel Scher: “Guevara pasó por el fragor de la Sierra Maestra con un fusil entre los dedos y un tablero de ajedrez a mano. Maldijo hacia adentro cada vez que los trinos gruesos del asma partían el silencio que exigía una emboscada. Se frustró en los reposos de batalla cuando buscó contrincantes para el ajedrez y halló ignorancia sobre el juego”.

El rugbier asmático
“El valor, la combatividad, la tenacidad, la voluntad, todas estas cualidades que poseen los hombres verdaderos estaban en él. El rugby le permitió desarrollarlas dándole más seguridad en sí mismo”, dijo su amigo y compadre Alberto Granados. 
Jugador de rugby de los 14 a los 23 años, el Che comenzó a practicarlo en Estudiantes de Córdoba bajo las órdenes de Granados. Cuenta Granados en libro La Patria Deportista: “En septiembre u octubre de 1942, vino Ernesto y me dijo que quería jugar al rugby. Había un problema. El tenía asma y la gente tenía miedo de que juegue porque varias veces se nos quedó duro en medio del campo. Pero como yo también había sido muy discriminado en el rugby porque era petiso y flaco, le dije 'te voy a enseñar'. Y él aprendió".

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de noviembre de 2012.

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