Argentina
es olímpica desde sus raíces. Cuando el 23 de junio de 1894 el barón Pierre de
Coubertin, impulsado por los nobles valores deportivos de los griegos del siglo
VIII antes de Cristo, decidió fundar los
Juegos Olímpicos modernos incluyó en la selecta lista de fundadores, sin que él
lo sepa, al entrerriano José Benjamín Zubiaur, quien con el tiempo se
transformaría en el primer expulsado por el Comité Olímpico Internacional (COI)
por faltar a las reuniones.
Fue
el inicio de una historia que ya lleva 116 años y que en su extenso recorrido
diversos sucesos estimularon para que la impronta olímpica esté impregnada en
el imaginario deportivo argentino.
Porque más allá de que muchas veces el éxito olímpico se traduce en la
posición del medallero, en donde Argentina demuestra su carácter tercermundista
con apenas 66 medallas en el historial, los Juegos Olímpicos se transforman en
la celebración más impactante del planeta en donde son los atletas los actores
protagónicos. Y a lo largo de la historia son varios los deportistas argentinos
que brillaron en ese espléndido rodaje.
Pero
también los Juegos Olímpicos miden más el orgullo nacional de los países que
las hazañas de los deportistas. “La vena nacionalista y reaccionaria se observa
cuando la gente mira el medallero para medir su orgullo y su poder con otras
naciones. Es la vieja y pobre historia de los Juegos. Esta mirada atravesada ha
llenado de conflictos el mundo. La victoria del esfuerzo y el talento. Ése
debería ser el latido de los Juegos Olímpicos: la gloria del deportista, no la
intolerante pulsión nacionalista”, dice el notable periodista español Santiago
Segurola1.
Con
el pasar de los años los anhelos de Coubertin se fueron desvaneciendo y los
Juegos Olímpicos se transformaron en uno de los acontecimientos sociales y
económicos más importantes de nuestro tiempo. Principalmente por su carácter
netamente comercial. Pero sin dejar de lado su aspecto estratégico y dominador
los dueños del poder político y económico los han utilizado de acuerdo a su conveniencia.
En
esta historia que va más allá de lo deportivo aparecen deportistas de la ciudad
de Río Cuarto que dijeron presente en los Juegos Olímpicos. En contextos
diferentes y con participaciones disímiles ocho riocuartenses participaron de
la mayor celebración deportiva del planeta. Su presencia los inmortalizó como
los riocuartenses olímpicos. Y su historia deportiva es necesaria contarla
porque perdurará por siempre.
Dos riocuartenses
en los Juegos de Hitler
A
pesar de los intentos de boicot, el 1 de agosto de 1936 se inauguraron los
Juegos Olímpicos Berlín 1936. Triunfó la idea de Adolf Hitler y el nazismo
intento aprovechar los Juegos Olímpicos para enviar el mensaje de una Alemania
arrolladora y en donde se adscribía la supremacía aria. Fueron el ministro de
Propaganda Joseph Goebbels y la cineasta Reni Riefenstahl los
encargados de demostrarle al mundo la superioridad alemana.
“El
mundo se había debatido en los meses anteriores sobre la conveniencia de
participar en un acontecimiento destinado a proyectar la imagen marcial de la
tiranía nazi. Pero las grandes potencias occidentales prefirieron mirar hacia
otro lado. En muchos casos, dirigentes deportivos, empresarios, periodistas y
políticos vieron con simpatía los planes de Hitler”, escribió Santiago Segurola2.
Pero
en los Juegos Olímpicos de 1936 el que cautivó al planeta fue el atleta negro
Jesse Owens. Séptimo hijo de una familia de recolectores de algodón en Alabama,
Estados Unidos, Owens conquistó Berlín al conseguir cuatro medallas doradas a pesar
del desprecio que recibió por parte de la afición nazi encabezada por el propio
Hitler.
Con
el tiempo su real aventura se trasformó en un mito, pero su brillante actuación
quedó inmortalizada y es un ejemplo de cómo el deporte puede derribar la miseria
que algunos intentan proclamar.
Berlín
1936 fue la cuarta actuación olímpica oficial organizada por el Comité Olímpico
Argentino (COA). La delegación presentó 51 deportistas entre los que se
encontraban dos riocuartenses: el polista Manuel Andrada y el boxeador Raúl
Rodríguez.
El
equipo olímpico obtuvo dos medallas de oro, dos de plata y tres de bronce y
siete puestos premiados. En el medallero general ocupó la decimosexta posición
sobre cuarenta y nueve participantes. Entre los ganadores se ubicó Manuel
Andrada.
En
lo que fue el último partido de polo en los Juegos Olímpicos, Andrada se
consagró ganador de la medalla de oro junto a Andrés Gazzotti, Roberto Cavanagh
y Luis Duggan. El 8 de agosto, Argentina venció 11 a 0 a Gran Bretaña en la
final.
El
legado que dejó Andrada en el polo argentino persiste hasta en la actualidad
porque una de las copas que organiza la Asociación de Polo se denomina Manuel
Andrada en su memoria.
Por
su parte, Raúl “Mota” Rodríguez integró el equipo de boxeo que tuvo una gran
actuación al conseguir una medalla de oro, una de plata y dos bronce. El riocuartense, quien en 1940 se consagraría
campeón argentino, concluyó quinto en la categoría mediano y tercero en el
medallero general de boxeo junto a la delegación de boxeadores que participaron
en Berlín 1936. En su participación olímpica venció por puntos al checo Raidl y
al neozelandés Arbunthnell. Fue eliminado por el danés Pettersen.
Presencia riocuartense
en el medallero
En
los Juegos Olímpicos Melbourne 1956, la delegación argentina iba a sentir el
impacto de la intervención política y militar en la actividad deportiva. La
Revolución Libertadora (bien llamada Fusiladora por el periodista e historiador
tucumano José Luis Torres), a través de la nefasta Comisión Investigadora de
Irregularidades Deportivas Nº 49, dejó afuera de los Juegos a una brillante
camada de deportistas por haber cometido el delito de proclamarse peronistas.
La
delegación presentó sólo 28 deportistas y la actuación fue paupérrima con la
obtención de apenas dos medallas, una de plata y una de bronce. Fue el prólogo
de esa negra etapa denominada por Alfredo Aguirre genocidio deportivo, proceso que hasta el día de hoy propina sus
secuelas.
El
remero Eduardo Guerrero, ganador de la medalla dorada en Helsinky 1952 y el
fondista Osvaldo Suárez, triple ganador de la maratón de San Silvestre en los
años siguientes (1958, 59 y 60) se vieron imposibilitados de competir en suelo
australiano.
Puede leer la nota completa en la edición impresa
de revista Contragolpe de julio de 2012.
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