Es una postal más, repetida en
las urbes. Por un lado, las líneas metálicas paralelas descansando sobre los
durmientes, como restos de lo que fue un sistema de transporte ferroviario
viable, y no sólo porque se asentaba en vías. Por el otro, como rastro de una
memoria colectiva, la gente desplazada de los pueblos, por las mismas políticas
que eliminaron el ferrocarril, terminan formando asentamientos en la vera de
las vías y en la periferia de las grandes ciudades en busca de un futuro
incierto, pero supuestamente mejor.
Tal es el caso de Villa
Banana, un barrio al suroeste de la ciudad de Rosario, que lleva ese nombre
debido a que la villa se formó alrededor de una curva que realiza el trazado
del tren, el cual varios metros más allá pasará por la histórica estación
Central Córdoba. Allí, desde hace 9 años, la organización Causa y Efecto
realiza un trabajo territorial que incluye talleres de cine, de arte, apoyo
escolar y actividades vinculadas a la economía social. Además, tienen su
proyecto deportivo: Las Lobas. “Hemos encontrado en el deporte una herramienta
que siempre buscamos. Con los jóvenes siempre nos faltaba algo que nos sostenga
y nos permita trabajar. Y en el hockey lo encontramos”, nos comentan desde la
organización.
Formado hace 4 años, el equipo
de hockey es fruto de la casualidad y de la necesidad a la vez: Paula Negroni,
jugadora de hockey, iba realizar trabajo barrial a Villa Banana con los palos
para luego del mismo ir al entrenamiento. De allí, las chicas del barrio
empezaron a mostrar curiosidad por el bolso y los palos. A esto se suma el hecho
que no existía en el barrio espacio para la recreación de las mujeres: “Si hay
un campito, se transforma en el potrero de fútbol de los varones”, ilustran.
“De alguna manera, el deporte
es una herramienta que permite trabajar un montón de cosas: el trabajo en
equipo, la cuestión de género, organizarse para otras cosas”, nos explican sobre el trabajo con Las Lobas.
Del proyecto participan 40 chicas del barrio que, si bien comenzó centrándose
en adolescentes, se fueron sumando las más chicas. La franja etaria va desde
los 6 años hasta los 24 y para los entrenamientos se dividen en dos grupos,
siendo los 12 años la edad divisoria.
La cancha
Desde el comienzo del
proyecto, el lugar para desarrollar la actividad fue uno de los tanto
problemas. Mientras hacían colectas de palos y rifas para comprar bochas, la
gestión de un lugar para la práctica del hockey encontró resultado positivo en
el estadio municipal Jorge Newbery. El escenario y la superficie contrastaba
con la gran distancia entre la cancha y Villa Banana. Pero para este año, el
tramo se achicó: por una sanción y una decisión dirigencial, el club Asociación
Deportiva Juan XXIII cedió su cancha de fútbol a Las Lobas tras la suspensión
del predio por parte de la Liga Rosarina de Fútbol. Ahora el tiempo para llegar
a la cancha es el que se tarda en cruzar una avenida. Esta cercanía es la que
permitió que se acerquen las más chicas y que el espacio dentro del barrio
genere un sentido de pertenencia al mismo del proyecto.
Las chicas enseñan a las
visitas la empuñadura, la ubicación de las manos y piernas, cómo controlar la
bocha tras un pase en esta superficie, modo que tuvieron que modificar ya que
difiere a la forma en que se hace en la superficie lisa de la cancha municipal.
La cancha de 11 de fútbol se divide en dos y en cada parte practican a la vez
los dos grupos, entrenamientos que terminan siempre con un partido recreativo,
esta vez invitando a los visitantes a jugar. Después del entrenamiento las
chicas hablan con la “profe” sobre cómo hacer unas canilleras caseras debido al
elevado precio en las casas de deportes, siendo un par de “plástico con
elástico”.
Partidos que se realizan en la
práctica a la espera de enfrentar en algún momento a otro equipo, hecho que no
es fácil. “Lo que nos surge como dificultad es que es un deporte que para jugar
alguna liga o en algún torneo se necesita un montón de plata, las chicas tienen
que estar inscriptas, viajes y más”, cuenta la profesora Negroni a la vez que
aclara que han hecho amistosos, y agrega: “En el primer torneo que
participamos, jugamos contra clubes bastante importantes de acá de Rosario:
Provincial, Newell’s; y nosotros teníamos mucho miedo del resultado que
podíamos tener y llegamos a la semifinal”. “Muy exitistas”, dicen entre risas y
justifican: “Es que apostamos a la unidad del grupo, y la competencia y el
resultado hizo que estén unidos”.
Puede leer la
nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de junio de 2012.
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