jueves, 5 de julio de 2012

Fútbol anarquista


“La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber.
A medida que el deporte se ha hecho industria,
ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría
de jugar porque sí”.
Eduardo Galeano (Montevideo, 1940)

Proclamando sus ideales políticos y sociales el italiano Errico Malatesta, a fines del siglo XIX y a comienzos del XX, promulgaba que “la anarquía es una forma de convivencia social en la cual los hombres viven como hermanos sin que nadie pueda reprimir y explotar a los demás”. Y respaldaba su postura al manifestar que “tiene como base, como punto de partida y como medio necesario, la igualdad de condiciones, por faro la solidaridad y por método la libertad”.
La palabra anarquía proviene del griego y significa sin gobierno; es decir la vida de un pueblo que se rige sin autoridad constituida. Considerado uno de los máximos exponentes del anarquismo italiano, el pensamiento de Malatesta considera que “abolir la autoridad, abolir el gobierno, no significa destruir las fuerzas individuales y colectivas que se agitan en el seno de la humanidad” sino que afirma que “el hombre que organiza la vida colectiva y asegura la solidaridad social asegura mejor su conservación y favorece su bienestar”.
“Anarquismo es el nombre que se da a un principio o teoría de la vida y la conducta que concibe una sociedad sin gobierno, en que se obtiene la armonía, no por sometimiento a ley, ni obediencia a autoridad, sino por acuerdos libres establecidos entre los diversos grupos, territoriales y profesionales, libremente constituidos para la producción y el consumo, y para la satisfacción de la infinita variedad de necesidades y aspiraciones de un ser civilizado”, escribió el príncipe ruso Piotr Kropotkin, uno de los principales teóricos del movimiento anarquista.
Los anarquistas guiados por los conceptos clásicos de Malatesta y Kropotkin (sumados a los de Pierre-Joseph Proudhon, Mijaíl Bakunin y Benjamín Tucker) han procurado propagar sus ideas e inducir a una lucha directa contra el capital.
Es a lo largo de esta historia de lucha en donde la proclamación anarquista se manifiesta en contra del fútbol industrializado que se sostiene y se fortalece con la acumulación de capital. Es una disputa que se gestó en la segunda década del siglo XX y se profundizó en los últimos cuarenta años.
Pero a pesar del rechazo por su profunda capitalización, en un principio los anarquistas en la Argentina utilizaron al fútbol con fines sociales. Cuenta el historiador Osvaldo Bayer que es importante la influencia del anarquismo en la fundación de varias instituciones futbolísticas en la primera década del siglo XX, época en la que coincidía con el momento de auge de corrientes anarquistas y socialistas. Pero al observar que comenzó a capitalizarse de la mano de la profesionalización decidieron alejarse definitivamente de la institucionalidad futbolística para dar nacimiento a una nueva estructura que hasta el día de hoy sigue desarrollándose: el futbol anarquista.

Fútbol en negro y rojo
Si bien en la Argentina los orígenes del fútbol están relacionados con los aristocráticos centros educativos ingleses, lo más interesante es el proceso de apropiación por parte de los sectores populares de esta práctica cultural.  Con el correr de los años el fútbol se había transformado en un elemento fundamental de la cultura popular y pasó a formar parte de la cultura obrera.
En los primeros años del siglo XX las corrientes anarquistas y socialistas encontraron en el fútbol una forma de integración que ayudaba a desarrollar un sistema en equipo, lo cual permita una camaradería entre los jugadores. 
Sostiene Bayer: “En las dos primeras décadas del siglo el fútbol ya se había acriollado igual que los hijos de los inmigrantes europeos, entre los que había muchos anarquistas. En cada barrio nacían uno o dos clubes. Se los llamaba Club Social y Deportivo, que en buen porteño significaba "milonga y fútbol".
El 15 de agosto de 1904, en La Partenal, se fundaba el Club Mártires de Chicago en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados en Estados Unidos. Años después pasó a ser el Club Argentinos Juniors, un nombre menos comprometedor. En 1905 surgía el Club Atlético Independiente, otro ejemplo de cómo la lucha social se cruzó con el fútbol. Este nombre lo eligieron los empleados argentinos de una gran tienda inglesa, a los que no se les permitía integrar el equipo de la casa y por ello se declararon "Independientes de la patronal”.
El 1º de mayo de 1906, Día del trabajador, se fundó Chacarita Juniors en una biblioteca libertaria. Para los colores de su camiseta se escogió al rojo por el socialismo, al cual estaban vinculados todos los miembros fundadores,  el blanco por la pureza de sus miembros y el negro por el anarquismo.
El Club Atlético Colegiales es otra de las instituciones que tiene su origen anarquista. La entidad fue fundada el 1 de abril de 1908 bajo el nombre de Club Atlético Libertarios Unidos pero cambió su denominación en 1924. Aunque muchos sostienen que el nombre inicial se debe al nombre de la calle Libertad en la que estaba la sede del club, esta postura pierde fuerza porque la primera indumentaria era de color rojo con una franja negra, distintivos del movimiento anarquista. En la actualidad la casaca de Colegiales es de color azul, rojo y amarillo.

En contra de la “idiotización” y el negocio
“Los anarquistas y socialistas estaban alarmados. En vez de ir a las asambleas o a los picnis ideológicos, los trabajadores concurrían a ver fútbol os domingos a la tarde y a bailar tango los sábados a la noche”, escribió Osvaldo Bayer en su indispensable Fútbol argentino.
El diario anarquista La Protesta escribía en 1917 contra la “perniciosa idiotización a través del pateo reiterado de un objeto redondo”.  Mientras que la Federación Juvenil Comunista (FJC) advertía en 1923: “El deporte es uno de los recursos de sujeción de que dispone la burguesía. Sirve para alejar de las preocupaciones proletarias y de la lucha de clases a una cantidad harto numerosa de trabajadores […] Si los jóvenes no se acercan a nosotros, nosotros debemos acercarlos”.
En 1924 la FJC fundó la Federación Deportiva Obrera (FDO), que llegó a agrupar en sus seis años de trayectoria a más de setenta clubes obreros. La FDO se pronunció contra el profesionalismo y el “patrioterismo” del fútbol. Contra la prensa “que encubre”, y proclamó: “¡Contra los clubs-empresa!”, “¡Por el deporte popular y obrero!”. Las críticas recaían también por la violencia en los estadios y la exaltación del crack-estrella que fomentaba el individualismo en contra de un carácter colectivo, solidario e internacionalista basado en la ética deportiva.
“La FDO saludó la “conciencia obrera” de los jugadores de Huracán que en 1924 se negaron a posar para la revista El Gráfico porque su dueño, “el seudoevangelista obrero” Constancio Vigil, rechazaba reclamos de sus trabajadores. Criticó en cambio a los jugadores de un barrio obrero (se refería a Boca Juniors) que sí permitieron “que los fotógrafos de El Gráfico los enfocasen”.
Fue a partir de la segunda década del cuando el fútbol comenzó a transformarse en una profesión y en un potencial mercado de propaganda y publicidad. Significó el alejamiento definitivo de las corrientes anarquistas del fútbol industrializado.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de mayo de 2012.

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