“La historia del
fútbol es un triste viaje del placer al deber.
A medida que el
deporte se ha hecho industria,
ha ido desterrando la
belleza que nace de la alegría
de jugar porque sí”.
Eduardo Galeano (Montevideo,
1940)
Proclamando sus ideales políticos y sociales
el italiano Errico Malatesta, a
fines del siglo XIX y a comienzos del XX, promulgaba que “la anarquía es una forma de convivencia social en la
cual los hombres viven como hermanos sin que nadie pueda reprimir y explotar a
los demás”. Y respaldaba su postura al manifestar que “tiene como base,
como punto de partida y como medio necesario, la igualdad de condiciones, por
faro la solidaridad y por método la libertad”.
La palabra anarquía proviene del griego y
significa sin gobierno; es decir la vida de un pueblo que se rige sin autoridad
constituida. Considerado uno de los
máximos exponentes del anarquismo italiano, el pensamiento de Malatesta
considera que “abolir la autoridad, abolir el gobierno, no significa
destruir las fuerzas individuales y colectivas que se agitan en el seno de la
humanidad” sino que afirma que “el hombre que organiza la vida colectiva y
asegura la solidaridad social asegura mejor su conservación y favorece su
bienestar”.
“Anarquismo es el nombre que se da a un
principio o teoría de la vida y la conducta que concibe una sociedad sin
gobierno, en que se obtiene la armonía, no por sometimiento a ley, ni
obediencia a autoridad, sino por acuerdos libres establecidos entre los
diversos grupos, territoriales y profesionales, libremente constituidos para la
producción y el consumo, y para la satisfacción de la infinita variedad de
necesidades y aspiraciones de un ser civilizado”, escribió el príncipe ruso
Piotr Kropotkin, uno de los principales teóricos del movimiento anarquista.
Los anarquistas guiados por los conceptos
clásicos de Malatesta y Kropotkin (sumados a los de Pierre-Joseph Proudhon,
Mijaíl Bakunin y Benjamín Tucker) han procurado propagar sus ideas e inducir a
una lucha directa contra el capital.
Es a lo largo de esta historia de lucha en
donde la proclamación anarquista se manifiesta en contra del fútbol
industrializado que se sostiene y se fortalece con la acumulación de capital.
Es una disputa que se gestó en la segunda década del siglo XX y se profundizó
en los últimos cuarenta años.
Pero a pesar del rechazo por su profunda
capitalización, en un principio los anarquistas en la Argentina utilizaron al
fútbol con fines sociales. Cuenta el historiador Osvaldo Bayer que es
importante la influencia del anarquismo en la fundación de varias instituciones
futbolísticas en la primera década del siglo XX, época en la que coincidía con
el momento de auge de corrientes anarquistas y socialistas. Pero al observar
que comenzó a capitalizarse de la mano de la profesionalización decidieron alejarse
definitivamente de la institucionalidad futbolística para dar nacimiento a una
nueva estructura que hasta el día de hoy sigue desarrollándose: el futbol
anarquista.
Fútbol
en negro y rojo
Si
bien en la Argentina los orígenes del fútbol están relacionados con los
aristocráticos centros educativos ingleses, lo más interesante es el proceso de
apropiación por parte de los sectores populares de esta práctica cultural. Con el correr de los años el fútbol se había
transformado en un elemento fundamental de la cultura popular y pasó a formar
parte de la cultura obrera.
En los primeros años del siglo XX las
corrientes anarquistas y socialistas encontraron en el fútbol una forma de
integración que ayudaba a desarrollar un sistema en equipo, lo cual permita una
camaradería entre los jugadores.
Sostiene Bayer: “En las dos primeras décadas
del siglo el fútbol ya se había acriollado igual que los hijos de los
inmigrantes europeos, entre los que había muchos anarquistas. En cada barrio
nacían uno o dos clubes. Se los llamaba Club Social y Deportivo, que en buen
porteño significaba "milonga y fútbol".
El 15 de agosto de 1904, en La Partenal, se fundaba el
Club Mártires de Chicago en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados en
Estados Unidos. Años después pasó a ser el Club Argentinos Juniors, un nombre
menos comprometedor. En 1905 surgía el Club Atlético Independiente, otro
ejemplo de cómo la lucha social se cruzó con el fútbol. Este nombre lo
eligieron los empleados argentinos de una gran tienda inglesa, a los que no se
les permitía integrar el equipo de la casa y por ello se declararon
"Independientes de la patronal”.
El 1º de mayo de 1906, Día del trabajador, se fundó Chacarita
Juniors en
una biblioteca libertaria. Para los colores de su camiseta se escogió al rojo
por el socialismo, al cual estaban vinculados todos los miembros
fundadores, el blanco por la pureza de
sus miembros y el negro por el anarquismo.
El Club Atlético Colegiales es otra de las
instituciones que tiene su origen anarquista. La entidad fue fundada el 1 de
abril de 1908 bajo el nombre de Club Atlético Libertarios Unidos pero cambió su
denominación en 1924. Aunque muchos sostienen que el nombre inicial se debe al
nombre de la calle Libertad en la que estaba la sede del club, esta postura
pierde fuerza porque la primera indumentaria era de color rojo con una franja
negra, distintivos del movimiento anarquista. En la actualidad la casaca de
Colegiales es de color azul, rojo y amarillo.
En
contra de la “idiotización” y el negocio
“Los anarquistas y socialistas estaban
alarmados. En vez de ir a las asambleas o a los picnis ideológicos, los
trabajadores concurrían a ver fútbol os domingos a la tarde y a bailar tango
los sábados a la noche”, escribió Osvaldo Bayer en su indispensable Fútbol argentino.
El diario anarquista La Protesta escribía en 1917 contra la “perniciosa idiotización a
través del pateo reiterado de un objeto redondo”. Mientras que la Federación Juvenil Comunista
(FJC) advertía en 1923: “El deporte es uno de los recursos de sujeción de que
dispone la burguesía. Sirve para alejar de las preocupaciones proletarias y de
la lucha de clases a una cantidad harto numerosa de trabajadores […] Si los
jóvenes no se acercan a nosotros, nosotros debemos acercarlos”.
En 1924 la FJC fundó la Federación Deportiva
Obrera (FDO), que llegó a agrupar en sus seis años de trayectoria a más de
setenta clubes obreros. La FDO se pronunció contra el profesionalismo y el
“patrioterismo” del fútbol. Contra la prensa “que encubre”, y proclamó: “¡Contra
los clubs-empresa!”, “¡Por el deporte popular y obrero!”. Las críticas recaían
también por la violencia en los estadios y la exaltación del crack-estrella que
fomentaba el individualismo en contra de un carácter colectivo, solidario e
internacionalista basado en la ética deportiva.
“La FDO saludó la “conciencia obrera” de los
jugadores de Huracán que en 1924 se negaron a posar para la revista El Gráfico porque su dueño, “el
seudoevangelista obrero” Constancio Vigil, rechazaba reclamos de sus trabajadores.
Criticó en cambio a los jugadores de un barrio obrero (se refería a Boca
Juniors) que sí permitieron “que los fotógrafos de El Gráfico los enfocasen”.
Fue a partir de la segunda década del cuando
el fútbol comenzó a transformarse en una profesión y en un potencial mercado de
propaganda y publicidad. Significó el alejamiento definitivo de las corrientes
anarquistas del fútbol industrializado.
Puede
leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de mayo de
2012.
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