jueves, 5 de julio de 2012

Club Social, Obrero y Deportivo Tosco


Símbolo del sindicalismo nacional y de las reivindicaciones populares de los años ´60 y ´70, Agustín Tosco tiene en su historia de vida un vínculo con el deporte no tan conocido. A 82 años de su nacimiento y a 43 del Cordobazo, el recuerdo del “Gringo”

Un 29 de mayo de 1969, la historia no se escribió en Buenos Aires. El país estaba bajo la dictadura de Onganía y, en Córdoba, el gobierno provincial tomó la decisión de suprimir el “sábado inglés” (la media jornada laboral). Ante esta medida, gota que rebalsó el vaso, los gremios convocaron en la ciudad capital un paro y movilización, el cual tuvo el apoyo del movimiento estudiantil. Ya en las calles, la represión policial acabó con la vida de Máximo Mena, trabajador de IKA. Trabajadores y estudiantes continuaron en la calle, incluso ante la llegada del Ejército para sumar una veintena de muertes. Este hecho, producto de muchas más causas, mayores aristas y con numerosas consecuencias, fue conocido como el “Cordobazo”.
Sobre que el Cordobazo se produjo en el mal llamado “interior”, el hombre indisociable de este acontecimiento vino del “interior” del “interior”. Agustín Tosco nació un 21 de mayo de 1930 en Coronel Moldes. Allí, Tosco, hijo mayor de Dominga Arneodo y Santiago Tosco, se destacó en el primario a la vez que trabajaba en la quinta de su familia. Sin embargo, tenía algo de tiempo para la recreación, los juegos de niños y el deporte.
“Yo vivía a media cuadra de la Estación de Ferrocarril y la quinta de él quedaba cerca. A veces nos juntábamos en la Estación a jugar al fútbol”, relataba años después Enzi Noello, compañero de Tosco en la escuela, y sumaba: “A él no lo dejaban salir mucho, porque él juntaba espárragos, no era tan vago. Nosotros hablábamos de cosas de chicos, de fútbol. Él pateaba fuerte, en la escuela le gustaba, pero no integraba ningún cuadro”. También de su niñez en su pueblo natal, María Ortigoso comentó sobre el “Gringo”: “Le ayudaba a fabricar pelotas con medias viejas. Le sacábamos medias a doña Dominga, la llenábamos de trapos y después tenían para jugar con los chicos de Funes, los Comba que eran del barrio y Velázquez que vivía lejos. Una vez pegaron un pelotazo en el vidrio de la ventana donde don Santiago estaba leyendo el diario ¡Cómo se enojó!”. El mismo Velázquez fue Oscar, albañil en Coronel Moldes y uno de los tantos amigos de la infancia entrevistado a fines de los ‘80 para el libro “El Gringo que Venía de Allá”. “Me gustaba su compañía. Jugábamos al fútbol con una pelota de trapo porque no había medios para comprar otra. Era difícil tener una pelota de fútbol en aquel tiempo”, retrató Velázquez y agregó: “Agustín se hizo hincha de Huracán porque era el último de la tabla”. Tosco, en una entrevista años más tarde, aclaró: “A los 9 años decidí hacerme hincha de fútbol y en vez de optar por el campeón de la temporada (1939) Independiente, me hice hincha del único equipo que logró derrotarlo: Huracán”. Como fuere, los dos testimonios se unifican en esa posibilidad de los de más abajo de ganar en el deporte, también en la vida, al poderoso de arriba.
Terminada la escuela, la única posibilidad de estudio de lo que (podía) quería él y su padre, estaba en Córdoba. Entrada la década del ’40 partió hacia la ciudad para empezar Electricidad en la Escuela Presidente Roca. Allí, desde el internado empezaba a formarse el luchador social y sindical a la vez que integraba los equipos de fútbol del colegio. A la vez, su fue contagiando del club de Barrio Jardín dejando un poco de lado al Huracán porteño. El propio Tosco comentó: “Años más tarde esas preferencias se volcaron por dos clubes cordobeses: Talleres y Alas Argentina, un modesto equipo de mi barrio”. Terminada la Escuela continúa el estudio en la Universidad Tecnológica y desde una pensión hacía lugar para los libros, el deporte, la recreación y las cartas hacia el sur. “Constantemente nos contaba de su vida en la pensión, de los campeonatos de cuentos que hacían, los partidos de fútbol del barrio, de las idas a la cancha para ver a Talleres su cuadro preferido”, recordará su hermana Lucy.
Avelino Laurenti, compañero en la Escuela Roca y posteriormente en el Taller Electromecánico de EPEC, ilustró sobre Tosco: “Cuando jugábamos al fútbol y perdíamos se inflaba, no le gustaba perder nunca. Hicimos un club de fútbol que se llamaba ’17 de Octubre’ y el ‘Gringo’ nos hizo los estatutos. Él tenía valor para todo”. Otro compañero fue Osvaldo Becerra; compañero en la Roca, en la pensión, en Luz y Fuerza y en la vida, quien retrata el compromiso y la lucha de Tosco desde la escuela hasta el sindicato. “Allí, en esos quietos años, aprendimos a cultivar las relaciones humanas. El vínculo fue muchas veces el fútbol, el deporte en general y nuestras inquietudes por lograr un mundo mejor”, escribió Becerra.
Tosco no se olvidó del pago cuando fue para la ciudad. En cartas a su hermana, además de contar su vida, manifestaba el interés de lo que sucedía en su pueblo. El 9 de noviembre de 1952 le escribió a Lucy: “Espero que cuando me contestes me cuentes muchas cosas de Moldes ya que me encanta saberlas. Supe por el diario que los tiradores moldenses no pudieron reeditar la actuación del año anterior clasificándose en el 5º puesto. Hoy según noticias hay inauguración del nuevo trampolín de la pileta; hay un comunicado en La Voz del Interior donde: el Club Atlético Belgrano de Moldes, invita a todas las instituciones cordobesas de natación a participar en la fiesta acuática”.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de mayo de 2012.

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