Símbolo
del sindicalismo nacional y de las reivindicaciones populares de los años ´60 y
´70, Agustín Tosco tiene en su historia de vida un vínculo con el deporte no
tan conocido. A 82 años de su nacimiento y a 43 del Cordobazo, el recuerdo del
“Gringo”
Un 29 de mayo de 1969, la historia no se
escribió en Buenos Aires. El país estaba bajo la dictadura de Onganía y, en
Córdoba, el gobierno provincial tomó la decisión de suprimir el “sábado inglés”
(la media jornada laboral). Ante esta medida, gota que rebalsó el vaso, los
gremios convocaron en la ciudad capital un paro y movilización, el cual tuvo el
apoyo del movimiento estudiantil. Ya en las calles, la represión policial acabó
con la vida de Máximo Mena, trabajador de IKA. Trabajadores y estudiantes continuaron
en la calle, incluso ante la llegada del Ejército para sumar una veintena de
muertes. Este hecho, producto de muchas más causas, mayores aristas y con
numerosas consecuencias, fue conocido como el “Cordobazo”.
Sobre que el Cordobazo se produjo en el mal
llamado “interior”, el hombre indisociable de este acontecimiento vino del
“interior” del “interior”. Agustín Tosco nació un 21 de mayo de 1930 en Coronel
Moldes. Allí, Tosco, hijo mayor de Dominga Arneodo y Santiago Tosco, se destacó
en el primario a la vez que trabajaba en la quinta de su familia. Sin embargo,
tenía algo de tiempo para la recreación, los juegos de niños y el deporte.
“Yo vivía a media cuadra de la Estación de
Ferrocarril y la quinta de él quedaba cerca. A veces nos juntábamos en la Estación
a jugar al fútbol”, relataba años después Enzi Noello, compañero de Tosco en la
escuela, y sumaba: “A él no lo dejaban salir mucho, porque él juntaba
espárragos, no era tan vago. Nosotros hablábamos de cosas de chicos, de fútbol.
Él pateaba fuerte, en la escuela le gustaba, pero no integraba ningún cuadro”.
También de su niñez en su pueblo natal, María Ortigoso comentó sobre el
“Gringo”: “Le ayudaba a fabricar pelotas con medias viejas. Le sacábamos medias
a doña Dominga, la llenábamos de trapos y después tenían para jugar con los
chicos de Funes, los Comba que eran del barrio y Velázquez que vivía lejos. Una
vez pegaron un pelotazo en el vidrio de la ventana donde don Santiago estaba
leyendo el diario ¡Cómo se enojó!”. El mismo Velázquez fue Oscar, albañil en
Coronel Moldes y uno de los tantos amigos de la infancia entrevistado a fines
de los ‘80 para el libro “El Gringo que Venía de Allá”. “Me gustaba su
compañía. Jugábamos al fútbol con una pelota de trapo porque no había medios
para comprar otra. Era difícil tener una pelota de fútbol en aquel tiempo”,
retrató Velázquez y agregó: “Agustín se hizo hincha de Huracán porque era el
último de la tabla”. Tosco, en una entrevista años más tarde, aclaró: “A los 9
años decidí hacerme hincha de fútbol y en vez de optar por el campeón de la
temporada (1939) Independiente, me hice hincha del único equipo que logró
derrotarlo: Huracán”. Como fuere, los dos testimonios se unifican en esa
posibilidad de los de más abajo de ganar en el deporte, también en la vida, al
poderoso de arriba.
Terminada la escuela, la única posibilidad de
estudio de lo que (podía) quería él y su padre, estaba en Córdoba. Entrada la
década del ’40 partió hacia la ciudad para empezar Electricidad en la Escuela
Presidente Roca. Allí, desde el internado empezaba a formarse el luchador
social y sindical a la vez que integraba los equipos de fútbol del colegio. A
la vez, su fue contagiando del club de Barrio Jardín dejando un poco de lado al
Huracán porteño. El propio Tosco comentó: “Años más tarde esas preferencias se
volcaron por dos clubes cordobeses: Talleres y Alas Argentina, un modesto
equipo de mi barrio”. Terminada la Escuela continúa el estudio en la
Universidad Tecnológica y desde una pensión hacía lugar para los libros, el
deporte, la recreación y las cartas hacia el sur. “Constantemente nos contaba
de su vida en la pensión, de los campeonatos de cuentos que hacían, los
partidos de fútbol del barrio, de las idas a la cancha para ver a Talleres su
cuadro preferido”, recordará su hermana Lucy.
Avelino Laurenti, compañero en la Escuela
Roca y posteriormente en el Taller Electromecánico de EPEC, ilustró sobre
Tosco: “Cuando jugábamos al fútbol y perdíamos se inflaba, no le gustaba perder
nunca. Hicimos un club de fútbol que se llamaba ’17 de Octubre’ y el ‘Gringo’
nos hizo los estatutos. Él tenía valor para todo”. Otro compañero fue Osvaldo
Becerra; compañero en la Roca, en la pensión, en Luz y Fuerza y en la vida,
quien retrata el compromiso y la lucha de Tosco desde la escuela hasta el sindicato.
“Allí, en esos quietos años, aprendimos a cultivar las relaciones humanas. El
vínculo fue muchas veces el fútbol, el deporte en general y nuestras
inquietudes por lograr un mundo mejor”, escribió Becerra.
Tosco no se olvidó del pago cuando fue para
la ciudad. En cartas a su hermana, además de contar su vida, manifestaba el
interés de lo que sucedía en su pueblo. El 9 de noviembre de 1952 le escribió a
Lucy: “Espero que cuando me contestes me cuentes muchas cosas de Moldes ya que
me encanta saberlas. Supe por el diario que los tiradores moldenses no pudieron
reeditar la actuación del año anterior clasificándose en el 5º puesto. Hoy
según noticias hay inauguración del nuevo trampolín de la pileta; hay un
comunicado en La Voz del Interior donde: el Club Atlético Belgrano de Moldes,
invita a todas las instituciones cordobesas de natación a participar en la
fiesta acuática”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario