lunes, 26 de diciembre de 2011

Dale alegría a tu corazón…

La vida color Celeste. Así quizás podría resumirse la historia de la atleta y nadadora Celeste Roccia, de tan sólo 10 años de edad. La protagonista nació con focomelia, una malformación de origen consistente en la ausencia de elementos óseos y musculares en el miembro superior o inferior, aunque casi nada le impide llevar una vida dentro de los carriles normales. Alegre, totalmente independiente y con fuerte carácter, la jovencita cuenta junto a su madre, Analía, cómo llegó al deporte y su visión a futuro, dejando de lado y prácticamente inadvertida su condición física.
La riocuartense se toma unos minutos luego de realizar trabajos recreativos en el marco del Programa de Deportes Especiales que lleva adelante la Fundación Deportiva Municipal y comenta que desde los 8 años está haciendo barullo dentro del agua: “Empecé haciendo natación, al principio me costaba pero después me preguntaron si quería competir y les dije que sí, así que acá estoy”, narra Celeste, ganadora de la medalla de oro en los Juegos Evita 2009 (a escasos meses de haberse iniciado en la disciplina) y 2010, competencias que reúnen a más 10 mil jóvenes de todo el país cada fin de año para participar en las disciplinas Ajedrez, Fútbol, Vóley, Handbol, Básquet, Atletismo, Natación y Cultura, entre otras.
Más allá de los triunfos, la pequeña sabe de qué se trata. De hecho Analía destaca que siempre le dicen que no siempre se gana: “alguna vez vas a perder”, “no te subas porque va a ser más grande el golpe”, suelen ser frases utilizadas por su mamá para no generar tanta ilusión.
Sin querer queriendo…
La llegada de Celeste a la pileta fue casual -o más bien causal- ya que no estaba en los planes iniciales pero... “Un día estábamos yendo a la casa de mi tía e íbamos con la silla común porque todavía no tenía la eléctrica; mi mamá no miró, había un hueco y pasé por delante: me enganche el pié y estuve como un mes sin moverlo y se me había hinchado”, recuerda entre risas la jovencita que cursa sus estudios en el Colegio Lanteriano La Merced.
La visita al médico motivada por el accidente fue el puntapié inicial para el primer contacto con la pileta ya que, tal cual se sabe, la natación es una de las disciplinas más completas si de rehabilitación y recreación se habla: “el doctor me recomendó eso porque me iba a hacer bien… y me hizo bien”, señala a pura carcajada.
La protagonista concurre dos veces por semana a Fundemur, martes y miércoles, y trabaja una hora en la pileta mientras que durante el lapso también de sesenta minutos realiza actividad física en el campo; ella incursiona específicamente en bala. Más allá de gustarle, explica que su nueva participación en otra disciplina tiene que ver con una exigencia que estipula la organización de los Juegos Deportivos Cordobeses 2011: “Para poder ir a las competencias hay que hacer atletismo y natación si no, no te cuentan puntos. En los otros años he hecho solamente natación y no sé cómo me han dejado pasar”, relata socarronamente Celeste, que además de Analía completa su núcleo familiar con su papá, Gustavo, y su hermana Florencia, de 15 años.
La niña disfruta lo que hace aunque tiene claro que en principio, el deporte no será para toda la vida: “Cuando me canse veré… no vengo por obligación. Vengo si quiero y tengo ganas. No le llevo mucha atención al deporte”, dice aunque asimismo cuenta que a veces se engancha con el fútbol en la TV.
El lado solidario
En un relato cronológico, Celeste y Analía recorrieron la vida de la pequeña, su historia y la vinculación con el deporte. No obstante, algo tenían guardado –a modo de as bajo la manga- que sin dudas es lo más importante. Madre e hija forman parte del voluntariado del Programa Luz y Esperanza, con sede en Avenida Sabattini 2821, destinado a la ayuda de personas afectadas por temas como adicciones, violencia, problemas de familia, entre otros.
“Vamos a ver la gente; hace poco fuimos a ver una persona con depresión a una casa. Estamos para ayudar”, dicen a coro.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de octubre/noviembre.

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