lunes, 26 de diciembre de 2011

Para atravesar el muro

Investigaciones sociológicas comprueban que el deporte y la educación física están contemplados como actividades dirigidas a la educación de los internos de las unidades penitenciarias. Diferentes ejemplos a los largo del mundo posibilitan comprenderlo.
Se trata de la realización de una práctica deportiva basada en los valores actitudinales por encima del resto y con beneficiarios, que por una razón u otra, están excluidos temporalmente de la sociedad.
En su trabajo “Deporte y reeducación de conductas antisociales en prisión”, la española Joaquina Castillo Algarra establece que “la enseñanza deportiva es de suma importancia para los internos porque durante toda su vida han vivido rompiendo las reglas y con tendencias de autodestrucción. En el campo de juego ellos no pueden hacer esto y es una gran lección para ellos el aprenderlo. En el juego se arbitran y se autocontrolan”.
Para la doctora en Sociología del Deporte la actividad física “produce una mejora general y particular de la salud de los internos participantes, en la capacidad de relajación, para dormir, para perder peso y llevar una vida saludable. Mejora la autoconfianza y de sus relaciones sociales”. Y lo afirma diciendo que “permite poner en marcha los recursos físicos, psicológicos, psicosociales y psicoafectivos del individuo preso para potenciar su autodominio, mediante la adquisición de hábitos y reglas que éste puede aplicar después en su vida en el exterior de la prisión”.
En la Argentina existen diversos Servicios Penitenciarios que brindan a los internos programas en los que se utilizan al deporte como vehículo de integración e inserción social.
Uno de los más avanzados en esta problemática es la Unidad Nº 9 del Servicio Penitenciario de La Plata que está trabajando desde hace varios años con actividades deportivas para los internos. Es así como nació el Club Fénix, un equipo de rugby fundado por los propios internos pensado por personas condenadas a prisión para la inserción de aquellos que quizás algún día saldrán de prisión. Forman parte del equipo cuarenta presos y cuatro guardiacárceles. Cuenta Ignacio Levy en la revista Un Caño que la ovalada estrategia de integración e inserción se propagó, desde la Plata hacia los penales de San Martín, Campana, Olmos, Florencia Varela, Magdalena y Batán.
En el mismo Servicio Penitenciario de La Plata, los ex árbitros Luis Olivetto y Luis Belatti dictan el curso de árbitro de fútbol para varios presos. Según el propio Olivetto “cumple una función social con dos patas: recreativa, para que se distraigan dentro del penal, y la inclusión en la sociedad”.
La experiencia de Río Cuarto
En la Unidad Penitenciaria Nº 6 de la ciudad de Río Cuarto son cientos los internos que habitan en celdas en donde se conjugan amargura y soledad. Asumen la sentencia firme de una equivocación. Pagan el precio del error.  Pero a la vez conviven con la esperanza de corregir su pasado, de volver a empezar y aprovechar una nueva oportunidad para arrancar de nuevo.
En la centenaria cárcel, que fue construida para alojar a 146 internos pero registra una considerable superpoblación con más de 400, enmarcado en el trabajo educativo que se realiza dentro del penal, también se utiliza al deporte con fines sociales de integración. La práctica deportiva, como toda actividad humana, se construye dentro del marco de las relaciones sociales de los individuos tal como lo expresa el sociólogo Xavier Medina al manifestar que “el fenómeno deportivo está estrechamente vinculado a la realidad social y cultural, hasta el punto que se transforma con ella”.
En la Unidad Penitenciaria Nº 6 el fútbol es el deporte predilecto de los internos que lo practican de manera recreativa. Pero también juegan al vóley, al tejo y al ajedrez. Además, los docentes del Área de Educación, con una serie de actividades, han encuadrado al deporte en el proyecto de Ciudadanización en Tiempos Actuales que  tiene como destinatario a los alumnos del nivel primario, secundario y terciario se han realizado actividades relacionadas a la práctica deportiva con referentes de la ciudad de Río Cuarto. En el 2010, cuando transcurría el Mundial de Sudáfrica, visitaron el establecimiento el periodista deportivo Osvaldo Wehbe y el director técnico Hugo Mattea para hablar, entre cosas, de esa pasión llamada fútbol.
El fútbol, siempre presente
“Practicado bajo circunstancias peculiares las propiedades del juego posibilitan que cualquier protagonista que realmente se introduzca en su esencia se olvide del entorno serio de su vida cotidiana”. La reflexión de Pere Lavega en su trabajo “La dimensión psicológica del juego” permite percibir la importancia del juego en ciertos contextos.
Es lo que sucede en la Unidad Penitenciaria Nº 6 de Río Cuarto en donde los internos, en la cancha que se emplaza en el patio del penal, juegan al fútbol en las clases que todos los días, menos los miércoles, les dicta Carlos Domínguez a través de un programa impulsado por Fundemur.
“Además de darles clases de fútbol uno trata de tener el mayor contacto social posible. Por eso, hablo con ellos y trato de aconsejarlos en lo que más pueda”, explica Domínguez cuando cuenta sobre el trabajo que realiza desde hace unos años en la cárcel riocuartense.
“Mi tarea no sólo se basa en enseñarles a jugar al fútbol. Hay grandes jugadores y no hace falta indicarles. El fútbol en sí queda un poco al margen porque lo que ellos buscan es poder estar conectados con la gente de afuera”.
Domínguez cuenta “que además de jugar al fútbol se comparten lindos momentos con los internos”. “Me genera una gran satisfacción verlos afuera encaminados en la vida y lo que más me gratifica es que muchos a través del agradecimiento reconocen lo que uno trató de hacer por ellos”, finaliza el profesor que concibe al fútbol como un factor clave de socialización.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de octubre/noviembre.

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