jueves, 21 de julio de 2011

Me llaman campeón

El éxito no va con ser el mejor
pero la gente insiste y me llama campeón
Tú tienes la culpa, tú tienes la culpa
.
(Fragmento de la canción Campeón  de Enrique López Guerrero)
En la cronología boxística de Raúl Roque Bianco aparecen varios nombres que enumeran una su exitosa carrera. Pero, aunque es el menos conocido en esta historia pugilística,  el que permite describir la génesis es Oscar Berbel, su primo hermano. “Me inicié a través de mi primo que fue un boxeador frustrado y me impulsó para que comience con la actividad. Se le había puesto en la cabeza que alguien de la familia tenía que boxear y un día me dio sus guantes y me llevó al gimnasio de Ángel Olivieri”, cuenta Raúl Bianco al recordar sus orígenes como boxeador.
Fue en el gimnasio de Don Ángel en donde comenzó su carrera intensa y gloriosa. “Al principio Ángel le decía a mi primo que no me llevara más al gimnasio porque no servía”, recuerda con alegría. Después de un año entrenando con pasión Olivieri decidió probarlo en un campeonato de los barrios que se realizó en el patio de la iglesia de barrio Alberdi y Bianco fue campeón.
En 1975 se produjo su de­but en el pro­fe­sio­na­lis­mo en una pelea preliminar  en el fes­ti­val de bo­xeo que contó con  el combate entre Ni­co­li­no Lo­che y Ro­ge­lio Zar­za realizado en la can­cha de Es­tu­dian­tes.  Esa noche, y ante una mul­ti­tud, le ga­nó por pun­tos a Án­gel Picón. Desde entonces no detuvo su marcha para luego tranformarse campeón argentino en categoría pluma. “Sem­bró el ring de gua­pe­za y de in­te­li­gen­cia, de una iz­quier­da ta­len­to­sa y de una de­re­cha pe­re­zo­sa”, escribió Carlos San Miguel al describir su trayectoria.
El 18 de ma­yo de 1984, en un combate que se transformó en hi­to para el bo­xeo  rio­cuar­ten­se, se consagró cam­peón argentino al vencer, con una lesión en el tendón de Aquiles en su pierna derecha, a Car­los “el ga­to” Oli­vera. El An­fi­tea­tro Mu­ni­ci­pal, transformado en una gigante carpa que cobijó a 6000 personas, estalló de gloria y una ciudad entera bautizó de ídolo a su nuevo campeón. “Esa noche peleé con el corazón. En el tercer round me desgarré y boxeé los restantes nueve rounds en una pierna. Tuve la suerte de ganar la pelea y lograr el ansiado título”.
¿Cómo siguió tu carrera?
Puede decirse que después de esa victoria se instaló la mala suerte en mi carrera porque cuando me recuperé de la lesión estaba dispuesto a pelear por el título sudamericano con el chileno Ariel Navarrete y tendría grandes chances de lograr la victoria porque estaba muy bien entrenado y Navarrete no estaba en las mejores condiciones. Pero faltando días para la pelea me corté el tendón de Aquiles. Eso implicó que estuviese un año y medio parado y que me quitaran el título argentino.
¿Cómo es la vida del boxeador que logra alcanzar la gloria?                               
Cambia plenamente. He escuchado a mucha gente decir que la fama es puro cuento. Para mí, y respetando a los que piensan distintos, la fama es hermosa. Que te conozcan todos y que sepan quién sos es muy lindo. Pero tenés que estar preparado para cuando llegue el retiro porque es doloroso pasar, de un día para el otro, al olvido.
¿Y cómo se maneja a los oportunistas?
Cuando vos sos figura los oportunistas siempre están. Hoy, con los años encima y con la experiencia acumulada, puedo decir que muchos de los amigos de esa época ya no están al lado de uno. Pero también es importante decir que muchas veces uno mismo se la cree y no sabe manejarse en ese tipo de situaciones. Por suerte, en lo personal, después que me lesioné y me carrera comenzaba a ser una debacle lo fui a ver a Miguel Abella, quien ya era intendente, y le pedí trabajo. Él hizo las gestiones para que comience a trabajar en Tribunales. Fue una gran decisión porque hasta el día de hoy cuento con ese trabajo.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de mayo.

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