jueves, 21 de julio de 2011

Gladiadores de la vida

“Cuando comencé en el boxeo no tenía botas, y entrenaba descalzo hasta que me dolían los pies, por las astillas clavadas en la piel en el piso de madera; eso es el boxeo, y con tal de boxear lo hago de cualquier manera y con quien me pongan enfrente’’
Carlos Monzón (San Javier, 1942 - 1995)

En el film Invicto, el boxeador George “Iceman” Chambers, interpretado por  el actor Ving Rhames, manifiesta una certera frase que permite comprender el significado del boxeo, tanto dentro como fuera del ring. Dice “Iceman” en la película dirigida por Walter Hill: "un boxeador no es un atleta, es un gladiador. Puedes escuchar a los niños decir juguemos al futbol o al beisbol, pero no al boxeo". Las palabras de Rhames personificando a Chambers grafican el sentido que engloba a este deporte que muchas veces, y de manera muy injusta, es socialmente marginado.
Son muchos los chicos “gladiadores” que buscan obtener con el boxeo el prestigio social que siempre se les negó. Algunos, casi siempre mal influenciados, lo hacen por fama y dinero mientras que otros lo practican para reinsertarse a esa sociedad que varios “golpes” les propinó. En lo que parece un contrasentido, muchos intentan salir del circuito de violencia en el que están inmersos a través de los golpes.
Los grises monoblocks, que enaltecidos dan la bienvenida a los visitantes, apenas se visualizan por los débiles rayos de sol de la fría tarde otoñal que empieza a desvanecerse sobre la ciudad de Río Cuarto. Luego de atravesar  la extensa avenida Presidente Perón, el paisaje que se vislumbra es del barrio Peirano, sector que está ubicado al este del barrio Pueblo Alberdi. En ese lugar, que cobija, como otros tantos lugares de la ciudad, a una importante porción de la clase trabajadora, se emplaza el gimnasio de Nelson “Chichi” Luna y Alberto “Pirincho” Massi.
El ladrido del perro que nos recibe nos indica que para llegar hay que atravesar una casa de familia. En el fondo, una luz tenue descubre el lugar. Es la casa de Nelson Luna y la cantidad de jóvenes impacientes revela que un nuevo entrenamiento de boxeo está por comenzar. Mujeres y varones, de lunes a viernes cuando empieza a caer la tarde, se dirigen para practicar el deporte que desde hace un tiempo los acompaña: el boxeo. 
“Decidimos formar un gimnasio en mi casa cuando mis hijos se quedaron sin entrenador. Pero lo que era un lugar para mis dos hijos se convirtió en un gimnasio del barrio”, cuenta Luna al referirse cómo surgió el gimnasio en su hogar. “Empezamos de a poco. Al principio eran quince los chicos que venían a entrenar. Hoy son alrededor de cuarenta y cinco”.
Según el propio Luna, la solidaridad de la gente del barrio fue imprescindible para que el gimnasio vaya tomando forma. “No teníamos nada. Los chicos practicaban sobre el piso de tierra. Era todo precario. Nos ayudaron muchos los vecinos y con el esfuerzo de todos pudimos armarlo. Estamos muy contentos porque nos siguen apoyando. Eso es una demostración que estamos haciendo algo por nuestro sector y la gente así lo entiende”.
El recinto, en donde lucen dos bolsas que cuelgan del techo de tapa mientras manos enguantadas le pegan sin piedad, cuenta con el espacio necesario para que los jóvenes puedan entrenar, pero connota ciertas ausencias. Es el caso de una de sus paredes. Su lugar es ocupado por una inmensa lona que hace todo lo posible para proteger a los presentes del frío que a esa hora de la tarde noche empieza hacerse notar con más fuerza. “Nos falta terminar esa parte. Se nos hace un poco dificultoso porque no contamos con el dinero necesario. Pero es importante que podamos hacerlo porque su ausencia se va a notar mucho en pleno invierno”, sostiene Luna quien todas las tardes, después de trabajar en su vidriería, es el encargado de supervisar que la actividad funcione con normalidad.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de mayo

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