
Como tantas otras ciudades, Río Cuarto se transformó, a lo largo de su historia, en una cuna imponderable de talentos boxísticos. Razón por la cual periodistas especializados decidieron denominarla, en la década del cuarenta, con el perpetuo mote de “Cuna de campeones”.
Comenzó a desarrollarse con plenitud en la década del veinte cuando muchos jóvenes que concurrían al Jockey Club Río Cuarto encontraron una forma concreta de realizar actividad física y poder estar inmersos socialmente a través del deporte. Los primeros en colocarse los guantes fueron Jack Juárez, Santiago Acosta, José Ferreira, Vital Watlen y Gabriel Romero, quienes realizaron combates a nivel local y provincial. En agosto de 1922 se produjo un hecho que con el tiempo se transformaría en uno de los acontecimientos deportivos más importantes para la ciudad. Antes de convertirse en el “Toro salvaje de las pampas” Luis ángel Firpo realizó una exhibición en la cancha de fútbol de la Federación de Río Cuarto. El juez de ese evento histórico fue el escritor Juan Filloy.
La transición se produjo en 1924 cuando Sportivo y Biblioteca Atenas desarrolló esta disciplina. Se empezó a trabajar con más seriedad, se contrataron importantes entrenadores y muchos los boxeadores comenzaron a practicar en la entidad de Avenida Marconi porque al cumplir con todos los requisitos era la única de la ciudad reconocida por la Federación Argentina de Boxeo (NdR: Sportivo Atenas se enorgullece de tener a Santiago Acosta como el primer campeón cordobés amateur en categoría gallo).
Otro de los factores de crecimiento se da en 1926 cuando desde los Estados Unidos llega a la ciudad el cubano Irinco Olano (NdR: peleó por el título del mundo con el estadounidense Tony Canzonieri) para realizar dos combates. Todo un acontecimiento para Río Cuarto, que no solo se vivió con mucha algarabía sino que también fue muy aprovechado por los boxeadores del momento como una muy buena experiencia pugilística. La presencia de Olano significó para los riocuartenses una revolución boxística y el mejor receptor de la enseñanza que transmitió el cubano fue Santiago Acosta. Unos años después, ya como técnico, sus enseñanzas llevaron a Carlos Martínez y a Raúl Rodríguez a los principales planos del boxeo nacional.
Es a partir de esta época que el pugilismo de Río Cuarto comenzó a transitar por los caminos de la gloria. Los números muestran transparentemente lo importante que resultó el boxeo vernáculo. En su época dorada llegó a contar con sesenta pugilistas profesionales y cincuenta amateurs. En su curriculum cuenta con diez campeones nacionales (ver nota “Los otros campeones”) y una extensa lista de boxeadores que, sin ser campeones, izaron bien alto el nombre de Río Cuarto, como es el ejemplo, entre tantos, de Ángel Olivieri quien como boxeador y director técnico engrandeció al pugilismo riocuartense.
Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de mayo.
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