domingo, 1 de mayo de 2011

Embriagados de nacionalismo

La Guerra de Malvinas encontró a un país enfervorizado por la idea delirante de que éramos los mejores y que debíamos combatir por ellas más allá de quien nos gobernara.
Ante una situación política - económica  incontrolable  - la inflación por las nubes, una profunda recesión, una clase media empobrecida y una deuda externa ilegítima imposible de pagar- la junta militar que conducía Leopoldo Galtieri (NdR: sucedió a Roberto Viola y fue presidente de facto entre 1981 y 1982. En 2002 el juez Claudio Bonadío lo procesó por el secuestro y la desaparición de 18 militantes montoneros. Era futbolero y fanático de Racing. Falleció en 2003) encontró una manera de anestesiar a la sociedad: recuperar las islas del Atlántico Sur ocupadas por Inglaterra desde 1833.
"Si quieren venir, que vengan", decía un efusivo Galtieri quien días antes había reprimido una masiva manifestación que con el lema de “Paz, pan y trabajo” se expresó en contra de su gobierno.
De nada sirvió el esfuerzo de la ONU y de Juan Pablo II. Galtieri ya había tomado la decisión de enviar a miles de jóvenes para que combatieran, con armas anticuadas, con hambre y frío, a un ejército moderno que de antemano tenía todas las de ganar.
La Guerra de Malvinas significó una historia plagada de desventuras personales, errores políticos, ignorancia diplomática e improvisación militar. El combate, que duró 74 días, causó la terrible pérdida de 649 vidas entre los que se encontraban oficiales, suboficiales y jóvenes de las clases 62/63 que cumplían el servicio militar obligatorio por aquel entonces, produjo mutilaciones y heridas a 1300 soldados argentinos y dejó enormes secuelas psicológicas que en muchos combatientes perduran hasta el día de hoy.

Siguió rodando
El fútbol es una herramienta de poder y distracción que muchos gobiernos han utilizado para desviar la atención de la sociedad, sin que la gente pueda estar al tanto de los desmanes que ellos cometían. Durante la Guerra de Malvinas no fue la excepción.
A pesar de que en las islas miles de jóvenes argentinos ponían en riesgo su vida por un gobierno que utilizó a la Guerra de Malvinas como estrategia política y de perpetuidad, en el país los campeonatos de fútbol no se paralizaron y continuaron con toda normalidad. 
El partido entre Central Norte de Salta y Mariano Moreno de Junín quedó registrado como el único disputado de manera oficial un 2 de abril, el día del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas. El partido, válido por la por la novena fecha de la Zona C del campeonato Nacional 1982, terminó 1 a 0  a favor del “cuervo norteño”.
Además de ese encuentro, todos los equipos de primera división saltaron a la cancha para completar a lo largo del fin de semana la jornada nueve del fútbol mayor organizado por AFA que ya era presidida por Julio Grondona. El ente madre del fútbol nacional tenía fuertes intereses y resultó ser funcional al régimen militar que comandó la época más oscura de nuestra historia.
Días después, la AFA decidió cambiar el nombre del Torneo Metropolitano del ‘82 por el de “Malvinas Argentinas”. Una semana más tarde modificó la denominación por “Soberanía argentina en las Islas Malvinas” (NdR: Los intereses políticos siempre han movilizado a Julio Grondona. Un claro ejemplo es que le haya puesto Néstor Kirchner al Clausura 2011. El ex presidente, fallecido en octubre de 2010, fue clave para la creación del “Fútbol para todos” que alimentó las arcas de la AFA e incrementó la legitimidad de su presidente). Fue tanta la normalidad de los hechos que en plena guerra River y Boca jugaron el clásico a cancha llena.
Además, el máximo organismo del fútbol argentino realizó su aporte al Fondo Patriótico Nacional (ver nota El fondo del fraude). Desde las estructuras afistas se desprendieron 100 millones de pesos de la época para aportar a la causa. Futbolistas Argentinos Agremiados también colaboró, el 26 de abril organizó un partido en el que se recaudaron 190 millones de pesos, pero los verdaderos destinatarios no percibieron lo recolectado.
La guerra de Malvinas comenzó en vísperas del Mundial de España 1982. El torneo ecuménico comenzó en junio y más allá de que la Argentina estaba protagonizando el conflicto bélico, la selección albiceleste viajó a defender el título obtenido en 1978. El 13 de junio de 1982 Argentina perdió 1 a 0 ante Bélgica en el primer partido de la Copa del Mundo. Dos días más tarde el general Luciano Benjamín Menéndez se rendía ante su par inglés Jeremy Moore y ponía fin a la Guerra de Malvinas.
A lo largo de la máxima cita mundialista el consecuente relator José María Muñoz  no mencionó la palabra Inglaterra en sus relatos radiales desde tierras ibéricas. “Los rojos esta tarde juegan a la carga”, se escuchaba en el partido entre Inglaterra y Alemania por Radio Rivadavia.

Prensa bélica
Durante la Guerra de Malvinas los principales grupos de prensa del país fueron cómplices de los militares ya que no dijeron la verdad con respecto a lo que sucedía en las islas. Los medios de comunicación, significantes estructuras cómplices del poder, utilizaron sus mecanismos para persuadir a todo un país.
Las portadas de los principales diarios son el claro ejemplo del engaño que sufrió la sociedad durante la guerra. Desde las tapas los titulares arengaban a la euforia ciudadana por la posible recuperación de las islas. El día del desembarco Clarín titulaba: “Euforia popular por la recuperación de Malvinas”. La Nación se sumaba con: “Alborozo ciudadano por la reconquista de Malvinas”. Crónica decía “Argentinazo: ¡Las Malvinas recuperadas!” y en nuestra provincia, La Voz del Interior tituló: “Argentina reconquista las islas Malvinas”.
Tres periodistas argentinos fueron a cubrir la guerra. Los tres pertenecían a medios estatales manejados por el gobierno de facto. Nicolás Kasanzew, de Canal 7, y dos de la agencia de noticias TELAM, Diego Pérez Andrade y Carlos García Malod.
En las páginas de las revistas Gente y Somos, de Editorial Atlántida, se transmitía el triunfalismo argentino en las islas. En el ejemplar del 6 de mayo de 1982, Gente tituló “Estamos Ganando” y el 27 de mayo insistió con un “Seguimos ganando”.
En televisión los periodistas Mariano Grondona y Bernardo Neustadt afirmaban que si fueran soldados estarían muy tranquilos por la serenidad de sus jefes y alababan el discurso de Leopoldo Galtieri que dijo desde el balcón: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”.
Los medios periodísticos deportivos tampoco quedaron al margen de la historia. Las tres revistas que circulaban en ese momento, El Gráfico, Goles y Estadio (NdR: Goles y Estadio desaparecieron y El Gráfico se transformó en una publicación mensual), coincidieron en graficar el logo de la tapa con los colores de la bandera argentina.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de abril.

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