viernes, 15 de abril de 2011

A sol y sombra


En los últimos tiempos el fútbol ha entrado en una fase de disparates económicos que ha puesto en peligro su identidad esencial a cambio de potenciar su lado espectacular, mucho más rentable. Esta situación ha provocado la pérdida del límite económico, los proyectos gigantescos y la sensación de haber entrado en un estado donde se habla cada vez más de dinero, patrocinadores, derechos de imagen, publicidad, rentabilidad, intermediarios, superávit y déficit, y cada vez menos del fútbol y sus valores.
Sin embargo, en muchos lugares del planeta, a pesar del apogeo mercantil, el fútbol contiene como matriz principal ese significado que lo convierte en especial y único. El fútbol sigue representando a la cultura auténtica.
En Río Cuarto, la comunidad de inmigrantes bolivianos, con asentamiento en el área oeste de la ciudad denominada “Las Quintas El Bañado”, todos los domingos encuentran con el fútbol, en el Campeonato de Residentes Bolivianos, lo que muchas veces la realidad les reprime. Es el campo de juego el lugar que los une y les permite revivir sus costumbres.
“Para nosotros, los bolivianos, el fútbol es todo. Es un juego muy bonito y representa un importante pasión”, dice Simón Mollo Quispe, un boliviano oriundo de La Paz que vive en Argentina desde el 2005.
Para ellos representa un importante vehículo social. Fue a través del fútbol que la comunidad boliviana logró acercarse a la Municipalidad de Río Cuarto y tener un vínculo más fluido con la institución demócratica más importante de la ciudad. “La necesidad de un campo de deportes fue la que trasladó una demanda de la comunidad boliviana hacia el Estado. Ellos llegaron hasta la municipalidad con un reclamo. Ese reclamo fue: “queremos una cancha”. Por eso, fue el fútbol el elemento que nos vehiculizó para que comencemos a tener una interacción mucho más importante más allá de la que existía”, explica Guillermo Aón, Subsecretario de Desarrollo Social de la Municipalidad de Río Cuarto.
 A los residentes bolivianos no sólo les permite encontrar un momento de esparcimiento y desarrollar la practica deportiva que los apasiona. Es a través de este deporte donde pueden revalorizar las tradiciones del altiplano y darlas a conocer al resto de la sociedad. El fútbol les posibilita desarrollarse, social y culturalmente, en una tierra que muchas veces consideran ajena.
“Es necesario que nos organicemos como comunidad. Debemos conformarnos como colectividad para que podamos establecernos socialmente. Vamos tras ese camino y el campeonato de fútbol es una de las maneras”, comenta Mollo Quispe que en Bolivia fue presidente del Consejo Deliberante del municipio de Palca.

Éxodo boliviano
“Ya no bajan de los barcos. Ahora llegan en colectivos. La mayoría proviene del altiplano. Las causas principales que influyen en la decisión migratoria se relacionan con aspectos económicos, laborales y familiares. Toda migración arrastra  a la  construcción de  una nueva realidad”, argumenta la introducción del documental “El imperio de los colores”, realizado por el cineasta Hugo Curletto y el licenciado en Comunicación Social Marcos Altamirano, al reflejar la llegada de inmigrantes bolivianos a nuestro país.
Los primeros flujos migratorios bolivianos de la era moderna se realizaron en la década del cuarenta, tras la facilidad de ingreso que otorgaba el gobierno argentino, en las zafras azucareras de Salta y Jujuy. Con el correr de los años  comenzaron a desplazarse por diversas ciudades de la República Argentina. Nuestra nación se constituye como el país con más inmigrantes bolivianos en el mundo, alrededor de un millón.
“Venir a la Argentina representa un futuro mejor. Es cierto que resulta muy difícil porque al dejar nuestras tierras abandonamos muchas cosas. Pero económicamente hay muchas diferencias entre un país y otro. Acá, por ejemplo, tener nuestra propia vivienda no es imposible como si lo resulta en nuestro país”, sostiene Salomé Choque, oriunda de La Paz, mientras muestra orgullosa su nueva casa recién construida.
Bolivianos de Cochabamba, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, La Paz, Tarija, Oruro y otras ciudades del altiplano llegan hasta Río Cuarto a buscar un pasar mejor. Cerca de 2000 bolivianos hay en la actualidad.
“A pesar de estar en lugar diferente y muy lejos de su tierra siguen manteniendo esos lazos que los identifican, su sentido de pertenencia. Ellos mantienen la cultura tribal donde todos se ayudan y se contienen. Por ejemplo, el 6 de agosto festejan el Día de la Independencia Boliviana y realizan una gran fiesta donde manifiestan sus valores y costumbres”, sostiene María Rosa Risatti, vicedirectora del colegio Bernardino Rivadavia, establecimiento educativo donde acceden a estudiar los niños de nacionalidad boliviana.
Después de realizar un exhaustivo estudio para producir el material audiovisual, Marcos Altamirano expresa: “los bolivianos se identifican como colectivo. Crearon su propio “barrio”, mantienen sus costumbres, consolidaron el reclutamiento mediante redes migratorias y fortalecieron su territorio y generaron riqueza”. Y agrega: “si bien hoy, no hay una plena aceptación ciudadana, se comienza a entrever que la presencia de los inmigrantes bolivianos contribuye con la identidad y la economía de la ciudad; la década del noventa estuvo signada por reacciones xenófobas y obstáculos en el  acceso al trabajo,  la salud y a la educación. Pero se puede percibir que en la actualidad existen políticas más claras”.
La diferencia de clase no es ajena en la comunidad boliviana. Se dividen por actividades laborales y el capital connota la diferencia que existe entre ellos. Se agrupan en quinteros de las quintas de verduras y hortalizas, trabajadores de la construcción (yeseros o albañiles) y horneros que realizan ladrillos de barro. Existen bolivianos que han emprendido su empresa familiar y han logrado construir una importante estructura económica y también están aquellos que trabajan, de manera carenciada, explotados por empresarios argentinos o bolivianos.
“No sólo los argentinos se aprovechan y explotan a los bolivianos. Si bien en Río Cuarto sucede en menor medida que en otras ciudades más grandes, es muy común que bolivianos que hace tiempo están radicados en el país se abusen de la necesidad de otros bolivianos y lo exploten laboralmente”, aclara Salomé Choque que habita en el barrio Las Delicias.
Los bolivianos que viven en Río Cuarto se distribuyen por diferentes barrios de la ciudad, pero la mayoría habitan en la comunidad que se encuentra en el barrio “Las Quintas El Bañado”.  En este lugar se hallan las viviendas que ellos mismos construyen para habitar en familia y estar cerca del lugar de producción.
Los hogares, próximos entre sí, están construidos con ladrillo y techos de maderas sostenidos por horcones sobre las cuales descansa un nylon con la intención de proteger a la vivienda de la lluvia. El piso es de tierra apisonada.
La condición de vida de las familias bolivianas, que habitan en un sector de la ciudad que no está inserto en el ejido urbano, es de suma carencia, lo cual obstaculiza la satisfacción plena de necesidades básicas.
El trabajo interdisciplinario “Intervención Comunitaria en la Colectividad Boliviana”, desarrollado por diversas instituciones de la ciudad de Río Cuarto, ha llegado a la conclusión que los principales inconvenientes de los ciudadanos bolivianos son la inequidad social, la inaccesibilidad geográfica y cultural y la discriminación desde diferentes sectores sociales. Se pueden enumerar en: el importante número de integrantes indocumentados, la carencia de espacios de recreación, la falta de asistencia nutricional/alimentaria, la ausencia de infraestructura básica y la inexistencia de líneas de transporte público.

Una apuesta a la interculturalidad
A metros de la cancha de fútbol, donde todos los domingos los residentes bolivianos despuntan el vicio, se emplaza el colegio Bernardino Rivadavia. En esta institución académica estudian niños bolivianos o hijos de bolivianos. En la actualidad, son alrededor de noventa los chicos que  aprenden en el establecimiento educativo, representado a un 30 % de la población escolar.
Se trabaja pedagógicamente con la convivencia de niños que tienen diferentes valores y costumbres. Al ingresar al establecimiento las banderas de Bolivia y Argentina dan la bienvenida (Allinta Jamunquichis en Quichua) a un lugar donde lo que prima es la interculturalidad.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de febrero.

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