Marcelo Bielsa,
Josep Guardiola, Jorge Valdano y otros entrenadores insisten con la idea de que
los chicos en su etapa de formación deben primordialmente "aprender a
jugar" al fútbol. Este concepto no refiere, como algunos piensan, a
cuestiones tácticas y/o técnicas, sino que implica una visión más compleja del
deporte. Aprender a jugar al fútbol (o a cualquier deporte) es entender todos los
valores que en él se desarrollan y comprender toda la riqueza lúdica que el
deporte tiene como tal. La responsabilidad, la solidaridad, el compañerismo y
el respeto deben formar parte de cualquier esquema de entrenamiento deportivo
para jóvenes. La tarea de los padres, los dirigentes, los entrenadores e
incluso los periodistas es permitir que los chicos puedan disfrutar de jugar al
fútbol y, a través de ese divertimento, formarse como persona.
Lamentablemente en
nuestra realidad actual los chicos se ven presionados por los distintos actores
de la comunidad deportiva a "aprender a ganar", cuestión que difiere
mucho del concepto de juego. Así, cada fin de semana observamos como padres al
costado del campo de juego insultan a todo aquel que impida que su hijo
triunfe, incluso a propios compañeros de equipo; o a familiares golpearse en
las tribunas frente a la mirada atónita de los jugadores; o a entrenadores que
le enseñan a los jóvenes las malas artes del deporte profesional, como fingir
faltas, agarrar al contrario en una pelota parada y hacer tiempo cuando están
ganando. La Liga Regional de Río Cuarto (LRFRC) no está ajena a esta situación
y todavía no parece vislumbrarse una cura para este mal. En este año han
ocurrido dos hechos graves. El primero en el duelo entre la Universidad y
Acción Juvenil de General Deheza, en el cual el colectivo de los académicos fue
apedreado y el segundo en el encuentro entre Estudiantes y Atlético Granada de
Holmberg, cuando el padre de uno de los jugadores ingreso al campo de juego
para agredir al árbitro.
Fabián Zucchini,
Vicepresidente Segundo de la LRFRC, se muestra preocupado por la reiteración de
estas situaciones y menciona a los padres como uno de los focos del problema.
"Hay dos cuestiones que nos ayudan a entender los inconvenientes que
tenemos con los padres en juveniles: uno es la presión de la semana que tienen
la gente y que estalla en la cancha; el otro es que todos los padres se creen
que tienen a un "Messi" o a un "Maradona" y esto hace que
los presionen demasiado".
Sobre la primera
de las razones hay que decir que el uso "catártico" de las canchas de
fútbol no es privativo de las categorías infanto/juveniles, sino que en
general, todos los encuentros deportivos de los fines de semana tienen algún
conflicto que se desata sólo por que alguno de los protagonistas no resolvió
las vicisitudes de la semana y decide que el evento es un buen lugar para dejar
salir la frustración. Si bien es cierto que el fútbol no es culpable de esto,
se debería encontrar una manera para que los estallidos de furia no sucedan.
El segundo motivo
mencionado por el dirigente es claramente un problema de modelos de éxito. La
idea de que cualquier jugador puede ser un "Messi" se relaciona con
el facilismo que habita en nuestra sociedad basado en el pensamiento de que con
un hijo futbolista se obtiene el resguardo económico para toda la vida. Esta
lamentable idea, que se acerca demasiado a la explotación infantil, es la que
más problemas causa en el niño debido a la gran presión que recibe desde su
padre. La formación del joven, como jugador y como persona, se ve afectada por
esta situación ya que por un lado se ve obligado a desentenderse de muchos de
los valores que el deporte posee para responder al mandato paterno y, por otro,
no desarrolla totalmente sus condiciones de jugador ya que está pensando más en
los resultados que obtiene que en aprender a jugar al fútbol. Zucchini agrega
que "la idea de que a tan corta edad uno pueda saber si el chico va a
triunfar no tiene mucha lógica e incluso la presión hace que deje de gustarle y
no quiera jugar más".
La histeria de los
padres fue la que llevo al club Tiro y Gimnasia de San Francisco a tomar la
decisión de aplicar el derecho de admisión a todo aquel socio del club,
dirigente o padre que incurra en acciones violentas y vehementes durante los
partidos de baby fútbol. Esta determinación fue llevada a cabo por un incidente
ocurrido en marzo de este año cuando un niño detuvo su marcha en pleno partido
y anunció llorando que no quería seguir jugando porque su papá lo estaba
insultando. Gerardo Oittana dirigente del club describe que se estableció un
contrato por el cual el padre que insulta es excluido del club. “No permitimos
que los padres insulten dentro de lo que es el campo de juego cuando se practica
el deporte, si eso ocurre automáticamente, como el padre es el socio y no el
niño, la comisión directiva del club lo sanciona con la exclusión. Es decir, se
lo saca al padre para que el chico pueda seguir desarrollando la actividad
tranquilamente."
Al ser consultado
por el tema sanciones Fabián Zucchini describe que la Liga no puede sancionar a
los padres y que son los clubes los que deben hacerlo. "Nosotros hacemos
un seguimiento, sancionamos a los clubes si es necesario. Lo hacemos con apercibimientos,
quita de puntos y multas económicas, pero no podemos ir sobre los padres, no es
nuestra potestad. Lo que si hacemos es que cuando vemos alguna situación
conflictiva reiterada pedimos custodia policial para los árbitros y para que
controlen la situación si es necesario", completa el dirigente. Sobre esta
situación Oittana describe que en la Liga de San Francisco las sanciones
económicas no surtían efecto ya que los que pagaban eran los clubes mientras
que los padres no tenían ningún tipo de sanción.
Respecto de esta
situación Gabriel Bozzer entrenador de los equipos de la Universidad Nacional
de Río Cuarto destaca que el problema de los padres debe ser controlado por las
autoridades del partido y también por los propios directores técnicos:
"los papás se portan mal pero el que lo debe sancionar es el árbitro que
lo puede expulsar. No es como primera división en donde una hace lo que quiere
y nadie le puede decir nada desde adentro, en inferiores el árbitro te lo
expulsa. Además es muy importante la intervención nuestra en caso de que se
trate de un padre de nuestro equipo. Yo insisto en que tiene que ver mucho el
docente que esté a cargo del equipo, incluso lo de los padres”.
El
trabajo de los entrenadores
El segundo aspecto
que preocupa a los dirigentes es lo que sucede en el campo de juego, donde en
ocasiones los propios protagonistas (jugadores, entrenadores e incluso
dirigentes) cometen constantes acciones violentas contra los árbitros y contra
el resto de los participantes. Zucchini describe que lo primero que desde la
LRFRC intentan erradicar son las acciones de los jugadores y menciona que en
los últimos tiempos han disminuido la cantidad de expulsiones en los partidos
de inferiores. "Lo que nosotros queremos hacer es trabajar en la
capacitación de los chicos para evitar que se reaccione de mala manera. Una de
las formas es ser más severo en las sanciones y la otra es trabajar a fondo con
los profesores que son los que tienen más llegada con el chico", explica.
Bozzer menciona
que la figura del docente es muy importante ya que es quien puede controlar al
niño. "Hay reacciones de un segundo que se dan en el chico en las cuales
uno en el momento no puede hacer nada. Pero si vos trabajas en la conducta, en
el respeto por los demás y en el respeto por el disfrutar hay muchas menos
chances de que esas cosas pasen", comenta el entrenador. Cabe destacar que
Bozzer hace referencia a su labor como la de un docente y no de un entrenador,
lo que habla de una mirada distinta. Ya no desde la de un entrenador que busca
resultados sino desde la de un profesor que intenta impartir enseñanzas a sus
educandos.
Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista
Contragolpe de junio de 2013.