miércoles, 2 de enero de 2013

Deportivo soja


Cuando a mediados de 2011, Bernardo Grobocopatel decidió fundar Agropecuario Argentino de Carlos Casares, equipo que milita en el Torneo Argentino B, la sojización llevaba más de tres décadas solidificándose en nuestro suelo. En este artículo periodístico deportivo será la institución futbolística, creada por un integrante de la tercera generación de los Grobocopatel, la que nos impulsará a desarrollar las consecuencias del modelo sojero en la República Argentina.
El periodista y escritor santafesino Jorge Cadús cuenta en su libro “Tiempo ayer ceniza” que comenzó a gestarse a través del Proceso de Reorganización Nacional que establecía una clara política hacia el campo: la expansión de los cultivos quedaría determinada por “su capacidad de competir en el mercado mundial”. 
Esa política económica impuesta por el gobierno militar más genocida que tuvo nuestro país le posibilitó tres décadas después a Gustavo Grobocopatel, primo de Bernardo y líder del Grupo Los Grobo, transformarse en el Rey de la Soja. Fue el inicio del proceso que tiempo después se denominaría el boom sojero.
En 1976, la empresa norteamericana Cargill construyó una planta de procesado de soja en Puerto General San Martín, sobre el río Paraná. Las obras de la multinacional fueron parte de ese proyecto económico que tenía como objetivo transformar a Latinoamérica en una cuenca sojera. La planta, que fue ampliada veinte años después, en plena etapa menemista, es hoy es una de las más grandes del mundo. 
Los crueles números son los encargados de manifestar el logro obtenido para unos pocos y el despojo a unos cuantos: 4.000 propietarios poseen 74,3 millones de hectáreas agropecuarias de las 170 millones del país, el 1,3% de los dueños de tierras poseen el 43% del total de tierras del país y más de 16 millones de hectáreas argentinas están en manos extranjeras.
“El boom sojero es el Mundial 78 de la Argentina del nuevo milenio”, dice Cadús y citando a Otto Solbrigh, biólogo argentino que trabaja en el Centro David Rockefeller de la Universidad de Harvard, dijo “si Chicago fue durante años la principal referencia teórica de economistas y empresarios neoliberales, entre los productores más importantes del campo la línea baja ahora en Harvard”. Y agregó: “De los Chicago Boys a los porotos Harvard. De Domingo Cavallo a Gustavo Grobocopatel. De la tablita de Martínez de Hoz a la pizarra de cotizaciones”.
La usurpación y el desalojo de territorios en el norte del país para provocar el impulso sojero también comenzaron a producirse en la época de los militares. A principios de 1978, el general Leopoldo Fortunato Galtieri privatizó cuatro millones de hectáreas de tierras fiscales en Chaco. Tierras boscosas que “esperan ser conquistadas para convertirse en tierra fértil, productiva y habitable. Sus conquistadores deberán emplear armas distintas, las de antaño serán reemplazadas por topadoras, arados y alambrados”, justificaba una solicitada de la intervención militar que gobernaba la provincia chaqueña.
Pero cuenta el imprescindible periodista Darío Aranda que la profundización del avance sojero sobre el territorio argentino se produjo en marzo de 1996, cuando el gobierno de Carlos Menem aprobó la soja transgénica con uso de glifosato. Por ese entonces, la oleaginosa ocupaba seis millones de hectáreas. Se profundizaba el dominio de otra multinacional norteamericana: Monsanto.
Continúa Aranda: “Devaluación mediante, en 2003, ya abarcaba 11 millones de hectáreas. La última campaña, el Ministerio de Agricultura celebró que llegue a 19,8 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la tierra cultivada de Argentina. El Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), presentado por la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, planifica llegar en 2020 a las 160 millones toneladas de granos (un 60 por ciento más de la actual cosecha), con un 20 por ciento más de soja”.
El PEA, lanzado en septiembre de 2011, reconoce la necesidad de avanzar sobre nuevos territorios utilizando estrategias devastadoras: desmontes, mayor uso de agrotóxicos, más conflictos territoriales y desalojos forzosos. Mientras se espera por la aprobación de la ley que frene los desalojos campesinos (conocida como Ley Cristian Ferreyra), el modelo del agronegocio, en apenas tres años, suma 11 víctimas fatales en el norte argentino. Es una zona liberada en donde los empresarios, a través de sus esbirros, están fusilando a campesinos que luchan por sus tierras. “A casi un año de su ingreso al Congreso, y con el kirchnerismo con mayoría en ambas cámaras, aún no fue tratado el proyecto para frenar los desalojos campesinos”, dice Aranda.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de octubre de 2012.

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