“Corre por una razón”, reza el eslogan de la
maratón llevada a cabo en Islas Malvinas el 18 de marzo, organizada por el
Standard Bank. Quizás la razón principal para Ever Moriena sea la vida misma.
Ex combatiente en las Islas, no regresó tras la guerra hasta esta ocasión
atlética. “El deporte en particular fue lo que de alguna manera me salvó, me
sacó de momentos intensos de crisis como fue hasta la tentativa de suicidio dos
años después de la Guerra, que un día dije ‘bueno, hay que honrar la vida’. Si
los ingleses no pudieron por ahí, por algo será. Por ahí Dios nos da y nos
quita en iguales proporciones”, reflexiona Moriena.
No sólo participó de la competencia de 42
kilómetros que comenzó en Puerto Argentino, sino que llegó entre los 20 primeros.
“Esta carrera para los veteranos tiene un contexto muy especial, en el sentido
que uno va a Malvinas y no corre con las piernas, corre con el corazón, corre
con el alma”, remarca Ever y, sobre las características objetivas del trayecto
comenta: “La maratón de Malvinas es muy particular como recorrido, porque es de
42 kilómetros con muchas subidas y bajadas largas y un viento de 70 km, cosa
que es prácticamente única en el mundo por estas características. Lo que la
hace una maratón muy difícil y que los profesionales que corrieron emplearon en
su mayoría emplearon entre 20 y 25 minutos más de su tiempo real”.
¿Cuál
fue la sensación de volver a las Islas y de correr?
Son muchas. Yo llegué el día antes de la
carrera, unas horas antes. Es decir, que todo lo que iba a ver de Malvinas, a
lo largo del recorrido (que pasó por mi posición en el aeropuerto, dónde
combatí por primera vez, en Sapper Hill donde fue mi segundo combate en primera
línea) lo viví corriendo. Entonces hubo un montón de momentos que tenía que
separar la emoción con la carrera en sí porque sentía que me quitaba fuerza.
Fue una carrera muy particular donde uno conjuga toda una vivencia y los
sentimientos de país, todo lo que significó Malvinas no solamente en el ‘82. A
mí me significó 30 años con 20 años de olvido, porque prácticamente el 2 de
Abril se empezó a recordar hace 10 años. A nivel deportivo fue algo lindo
porque uno puede, además de tener todo este tipo de ingredientes particulares,
a los 50 años todavía tener una performance de 3 horas 49 minutos, en un lugar
donde profesionales, de 2 horas 15 minutos, le pusieron 2’45”. Entonces volví
satisfecho por un montón de cosas: correr con un viento de 70 kilómetros no es
fácil: llega un punto en que los pies se golpean entre sí y no te dejan
avanzar; es más, había lugares que las botellas que te daban estaban dentro del
celofán, del envoltorio de 12 botellas y no las sacaban de ahí porque se las
llevaba el viento, llenas de agua. Nosotros que estuvimos en Malvinas, sabemos
que ahí, es ese viento. Fue una emoción muy grande porque pude cruzar la línea
de meta con la bandera de Río Cuarto porque no me dejaban llevar la bandera
argentina. Nos pidieron que no hagamos manifestaciones con la bandera argentina
porque la gente que estaba esperando podía tener alguna reacción adversa o
sentirlo como una provocación. Yo había llevado la de Río Cuarto: no es celeste
y blanca, pero como está en Argentina. Llegué con la bandera de Río Cuarto a la
llegada y fue la forma de rendirle un mínimo homenaje a los riocuartenses y a
los argentinos: a mis compañeros veteranos, tanto quienes están vivos como los
649 caídos.
Los
habitantes de las Islas, ¿cómo los han tratado?
Muy bien. Yo llego a las Islas y ya tenía una
invitación del gobernador de las Islas para tener un “lunch” el día lunes. El
trato fue cordial durante toda la estadía en las Islas. Es decir, mucho más
cordial de lo que imaginábamos porque por ahí hubo detalles que no eran
necesarios. En un pub estábamos con mis compañeros, festejando el triunfo de la
categoría por postas con cuatro veteranos que la integraban, donde hacía 10
kilómetros cada uno, y la ganaron los cuatro veteranos a gente de 25 años
menos. Estábamos festejando eso en el pub y llega un momento que el Disc Jockey
para la música; estábamos los veteranos por un lado, los Kelpers por otro y
junto a los Kelpers estaban los veteranos ingleses. El Disc Jockey pone el tema
Hermanos en Armas de Dire Straits y un video en la pantalla gigante de la
guerra de Malvinas. A lo largo de todo el video pasan ellos enterrando sus
muertos, sus barcos hundiéndose, los soldados argentinos combatiendo, cosa que
no hemos visto en ninguno de los videos. Y pasan un soldado de ellos con frío y
cubierto detrás de una piedra con cara de miedo tanto como nosotros. Por ahí
que la gente dice “los chicos de la guerra” y demás, una de las anécdotas que
más me llenó en ese momento fue que cierra el pub y uno de los veteranos nos
invita a la casa. Ahí seguimos charlando, compartiendo cosas, las vivencias de
la guerra. A las cuatro de la mañana, con algunas cervezas, me saluda y me
apunta con el dedo así en el pecho y me dice “you are no children, soldier”,
“ustedes no fueron chicos, fueron soldados”. Entonces a lo largo de toda la
estadía, el enemigo no fue más que reconocimiento y respeto. Asique, uno se
trae estas cosas agradables que al margen de si mañana las Malvinas van a
volver a ser argentinas o no, eso no lo sabemos y está muy lejos. Pero uno ve
todo este respeto que ha tenido el enemigo para con nosotros y por ahí, incluso
en nuestro país 30 años después estamos peleando al menos para que se nos
encuadre de alguna manera como soldados que combatimos por nuestro país y no
como chicos que fuimos allá con hambre, frío y miedo, y no hicimos nada. Ellos,
a lo largo y a lo ancho de las Islas, tienen monumentos de sus caídos, por
todos lados. Y eso no lo hicieron porque les agarró un infarto sino porque hubo
balas argentinas que los mataron. Entonces vos ves todo eso y de alguna manera
te reconforta saber que uno lo que hizo lo hizo dejándolo todo y el enemigo,
los ingleses tuvieron más bajas en la Guerra de Malvinas que en las dos Guerras
del Golfo. Los ingleses tuvieron 83 bajas en las dos Guerras del Golfo y
tuvieron 260 declarados en Malvinas.
Pero además de sensaciones encontradas,
Moriena se trajo de las Islas un trozo de tierra y piedras del cementerio: “El
pedazo de tierra fue simbólico porque es decir ‘tengo un pedacito de Malvinas
en mi casa’ y lo compartí con la Municipalidad porque fueron los que de alguna
manera apoyaron esta iniciativa durante todo el tiempo. El pedazo de tierra es
el trofeo más grande que uno puede traer cuando va a Malvinas, sea deportista o
no. Es muy difícil pasar un pedazo de tierra, porque amigos no lo pudieron
pasar y se lo sacaron en los controles que hacen a la salida de Malvinas.
Además traje un puñado de piedras del cementerio. Un puñado de piedras que para
mí tienen una representación muy particular porque es la piedra de la tumba de
mis amigos que fallecieron en combates. Un poco de piedras que repartí junto
con la turba”, comenta Moriena y explica la modalidad de paso de los objetos:
“Las piedras las repartí dentro de las zapatillas que traía para correr y la
turba la puse dentro de unas bolsas que llevaba para poner las cosas para correr.
Es cuestión de suerte de quien te toque en el control, que sea muy minucioso,
que tenga muchas ganas de trabajar o no. Yo logré pasarlas”.
Puede leer la nota
completa en la edición impresa de revista Contragolpe de marzo de 2012.
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