lunes, 26 de diciembre de 2011

Cuestión de Estado

“A través del deporte los argentinos hemos
 imaginado qué nos define y qué nos debería definir”

El origen del movimiento deportivo por estas latitudes data desde hace muchos períodos. Cuando españoles, ingleses, franceses, portugueses y holandeses desembarcaron en América encontraron civilizaciones desarrolladas y consolidadas, también en sus juegos. En la Argentina precolombina la chueca, similar al hockey, era el deporte número uno. Además, con menor pasión que la chueca y antes que los británicos desembarcaran, los indígenas practicaban una forma de fútbol.
Cuenta Ezequiel Fernández Moores en su imprescindible libro “Breve historia del deporte argentino” que gracias a sus virtudes atléticas y resistentes, los indígenas impresionaron a los conquistadores. Sigue contando Fernández Moores: “si bien casi nada ha quedado de aquellas culturas, el arraigo contemporáneo que más marcó al deporte por estos lados del mundo no descansa tanto en la acción sino en la palabra “cancha”, de origen quechua - kancha – que quiere decir recinto. La cancha, el espacio, el territorio donde jugamos los más variados deportes, en su mayoría de origen europeo, es indígena”.
Torres explica que aunque la aceptación del deporte fue lenta y paulatina manifiesta que durante las tres primeras décadas del siglo XX lo grupos que pujan por controlar las nuevas instituciones deportivas pertenecen a las clases dominantes quienes las utilizan para dar forma a una identidad nacional que refleja sus valores.
Osvaldo Bayer escribió en su libro Fútbol Argentino “que los anarquistas y socialistas estaban alarmados. En vez de ir a las asambleas o a los picnics ideológicos, los trabajadores concurrían a ver fútbol los domingos  a la tarde y a bailar tango los sábados a la noche”. El diario anarquista La Protesta escribió en 1917 “contra la perniciosa idiotización a través del pateo reiterado de un objeto redondo”. Por su parte, la Federación Juvenil Comunista escribió en el suplemento La Internacional: “El deporte es uno de los recursos de sujeción que dispone la burguesía”.
Torres, asimismo, aclara que las clases subalternas no sólo lo adoptaron sino que lo imbuyeron de sus propios hábitos y valores para conformar un deporte con ideario diferenciado. La Federación Juvenil Comunista creó en 1924 la Federación Deportiva Obrera (FDO) que agrupó en sus seis años de trayectoria a más de setenta clubes obreros. “Se pronunció contra el profesionalismo y el “patrioterismo” del fútbol. Contra la prensa que “encubre”, y proclamó: “¡Contra los clubs-empresa!”, ¡Por el deporte popular y obrero!”. Las críticas recaían también por la violencia en los estadios y la exaltación del crack – estrella que fomentaba el individualismo en contra de un carácter colectivo y solidario basado en la ética deportiva”
En los primeros años del siglo XX el club más poderoso del país era la Sociedad Sportiva Argentina. Entre sus fundadores estaba Julio Argentino Roca, dos veces presidente de la República Argentina. El club nació como Sociedad Hípica Argentina para divulgar los deportes ecuestres. Pero su nuevo presidente, el barón italiano Antonio De Marchi, yerno del presidente Roca, lo cambió al más abarcativo Sociedad Sportiva Argentina.
La nueva Sportiva, sede central de la aristocracia porteña, incorporó atletismo, esgrima, boxeo, polo, rugby, fútbol, ciclismo, levantamiento de pesas, tiro y hockey sobre césped. Además de De Marchi, conformaban a la elitista institución nombres como Jorge Newbery, José Uriburu, Emilio Mitre y Miguel Martínez de Hoz (NdR: abuelo de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de economía de la dictadura argentina más cruel de la historia perpetrada entre 1976 – 1983).
En 1910, con motivos de la celebración del primer siglo de la Revolución de Mayo, el barón De Marchi, respaldado con la Sociedad Sportiva Argentina, se hizo cargo de los Juegos Olímpicos del Centenario. El evento contó la visita con de la infanta Isabel de Borbón dejando en claro que en el país no existía ningún aspecto de emancipación.
En ese momento, Buenos Aires llevaba un año al borde del estallido. Doscientos dos mil trabajadores habían paralizado la ciudad en repudio a la matanza de una decena de obreros extranjeros en el acto celebratorio del Día del Trabajador.  El gobierno conservador porteño, abalado por la Ley de Residencia, sancionada en 1902, decidió expulsar del país a anarquistas y socialistas extranjeros. El barón De Marchi, demostrando que no sólo tenía intereses deportivos,  también formó parte de los ataques, que junto a jóvenes de clase alta que integraban la Sociedad Sportiva Argentina, realizaron ante los extranjeros que conformaban la clase obrera.
Además, señala Fernández Moores, “existen textos históricos que señalan a De Marchi como integrante de la Liga Patriótica, la nefasta organización de ultraderecha que tuvo una nefasta actuación en la Semana Trágica de 1919. Según el diario socialista La Vanguardia las cifras de la barbarie fueron 700 muertos, 4000 heridos y millares de presos”. Una clara demostración que la estructura deportiva tenía intereses que iban más allá del juego y el entretenimiento.
Los problemas internos y la puja de poder hicieron que se produzca una fractura en el ámbito deportivo. Por eso, el 19 de septiembre de 1921, bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, ante la necesidad de constituir una institución que logre armonía y la cooperación de distintas actividades deportivas, se crea la Confederación Argentina de Deportes (CAD) para que albergue en su seno a todas las Asociaciones y Federaciones de los distintos deportes, cada vez más distanciadas del patriciado.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de junio/julio.

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