lunes, 26 de diciembre de 2011

Corazones “aurinegros”

El Deportivo Anaya es un club formativo de barrio que forma parte de la Liga Infantil 25 de Mayo, con sede central en General Cabrera, que además aglomera a otras diez instituciones: Escuela Deportiva Belgranito y Unión Deportiva de General Cabrera, C.A.F.I.J. y Escuela Municipal de Deportes de General Deheza, Deportivo San Lorenzo y Municipal de Las Perdices, Deportivo Dalmacio, Municipal de Carnerillo, Atlético Ticino y Deportivo Charrense.
Desde la clase 2002 hasta la 1998, los chicos del “Anaya” entrenan diariamente tratando de integrarse y formarse social y deportivamente en el importante terreno que posee la Escuela General Justo Sócrates Anaya.
Desde la formal, el centro educativo no tiene vinculación con el conjunto que participa en el certamen de “baby-fútbol” que se disputa a tres ruedas –actualmente se desarrolla la segunda-, todos contra todos, y clasifica a los cuatro primeros de cada divisional a las instancias finales. “El colegio presta el predio. Les gusta que los chicos estén haciendo algo en vez de estar en la calle y entonces nos ceden el lugar para entrenar”, dice Walter Miranda quien llegó al mundo del Deportivo Anaya junto a su hijo Axel Maximiliano en 2008 y desde principios de 2009 es la cabeza de una mesa de trabajo integrada por otras seis personas.
No obstante, “aunque el club no tiene nada que ver con el colegio, la mayoría de los chicos vienen a ese escuela”, aclara Miranda en una primera charla informal, tejido de por medio, mientras entrena a los jovencitos durante las últimas horas de la tarde en un normal día de semana. Con la luz del poste de la calle y sumado a un reflector ubicado en una de las paredes del Jardín de Infantes de la Escuela –que se encuentra dentro del mismo predio del colegio primario-, así -en penumbras- los chicos van esquivando conitos y dominando el balón para luego tratar de vulnerar al arquerito y definir entre dos buzos que ofician de postes.
Más tranquilo, en su cálido hogar y junto a Flavia –que espera próximamente un hermanito/a para Axel-, Walter cuenta que llegó al Deportivo Anaya tras una mala experiencia en un club afiliado a la Liga Regional de Río Cuarto que prefiere no nombrar y luego de un paso por un equipo llamado Concordia, que en su momento también participó en la Liga 25 de Mayo pero que dejó de jugar por falta de jugadores: “Mi hijo estaba en un club de la Liga en el cual había mucha ‘truchada’. Muchos dirigentes utilizan a los padres para beneficio propio. Además, en los clubes más allá de que te cobran la cuota te arrancan la cabeza con otras cosas para con eso costear los gastos de ellos o lucrar ellos mismos”, apunta con seriedad mientras toma el mate dulce que ceba su mujer.
A partir de allí, comenzó a familiarizarse con el equipo y pronto se sumó a la comisión que por ese entonces encabezaba el señor Hugo Alfonso: “Yo veía como laburaba prácticamente sólo y por eso empecé a meterme para ayudarlo. Él abrió las puertas de su casa y me dijo ‘acá se trabaja así’. Me gustó, me fui integrando en el grupo y tuvimos un año muy lindo con los chicos”, narra Walter, quien oficia de plomero como actividad principal de su vida diaria. A finales de 2008, Alfonso planteó que quería retirarse, ¿razones?: “se había cansado; no de los chicos, sino del grupo de padres por la cantidad de críticas que había. Si haces algo, sos criticado; si no haces nada, sos el mejor”, sentencia Miranda que decidió tomar esa iniciativa como un desafió y desde entonces está al frente del Deportivo Anaya.

El trabajo social del Anaya
Los chicos, cerca de 60 o 70 entre todas las divisiones, entrenan durante la semana a partir de las 18 o 18.15 horas en las canchitas lindantes a los edificios de la institución educativa y juegan todos los domingos, siendo locales cada quince días.
Allí, Walter y el resto de los papás que ofician de técnicos intentan transmitirles herramientas afines a la construcción de la persona tales como la incentivación por el aprendizaje, la educación y el respeto por el prójimo, los buenos modales y, quizás en última instancia, tratan de formarlos como jugadores de fútbol; aunque, según indica Walter, tienen bien claro que a esa edad la prioridad para los chicos debe ser disfrutar y pasarla bien junto a la pelota: “Importa que se diviertan, no los resultados. La competencia vendrá en algún momento pero siempre les digo que tienen que aprender a divertirse”, afirma.
En lo estrictamente económico, los domingos que juegan de local se cobra una entrada que cuesta 5 pesos según disposición de la Liga 25 de Mayo. Con lo recaudado por abonos más lo que se obtiene en concepto de venta de cantina, pagan el árbitro, la condición de localía a la entidad organizadora del torneo y se arma un fondo para otros gastos fijos como los viajes.
A la hora de salir de visitante, se le cobra 20 pesos a cada chico, garantizándole el choripán, la gaseosa y facturas durante la extensa jornada dominical. Al respecto, Walter explica: “Cuando hacemos viajes, hay algunos que llegamos a cubrirlos todo. No obstante, algunos son muy caros y entonces el club, con el fondo, cubre el resto del gasto”.

Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de junio/julio.

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