miércoles, 26 de junio de 2013

Déjenlos jugar

Marcelo Bielsa, Josep Guardiola, Jorge Valdano y otros entrenadores insisten con la idea de que los chicos en su etapa de formación deben primordialmente "aprender a jugar" al fútbol. Este concepto no refiere, como algunos piensan, a cuestiones tácticas y/o técnicas, sino que implica una visión más compleja del deporte. Aprender a jugar al fútbol (o a cualquier deporte) es entender todos los valores que en él se desarrollan y comprender toda la riqueza lúdica que el deporte tiene como tal. La responsabilidad, la solidaridad, el compañerismo y el respeto deben formar parte de cualquier esquema de entrenamiento deportivo para jóvenes. La tarea de los padres, los dirigentes, los entrenadores e incluso los periodistas es permitir que los chicos puedan disfrutar de jugar al fútbol y, a través de ese divertimento, formarse como persona.
Lamentablemente en nuestra realidad actual los chicos se ven presionados por los distintos actores de la comunidad deportiva a "aprender a ganar", cuestión que difiere mucho del concepto de juego. Así, cada fin de semana observamos como padres al costado del campo de juego insultan a todo aquel que impida que su hijo triunfe, incluso a propios compañeros de equipo; o a familiares golpearse en las tribunas frente a la mirada atónita de los jugadores; o a entrenadores que le enseñan a los jóvenes las malas artes del deporte profesional, como fingir faltas, agarrar al contrario en una pelota parada y hacer tiempo cuando están ganando. La Liga Regional de Río Cuarto (LRFRC) no está ajena a esta situación y todavía no parece vislumbrarse una cura para este mal. En este año han ocurrido dos hechos graves. El primero en el duelo entre la Universidad y Acción Juvenil de General Deheza, en el cual el colectivo de los académicos fue apedreado y el segundo en el encuentro entre Estudiantes y Atlético Granada de Holmberg, cuando el padre de uno de los jugadores ingreso al campo de juego para agredir al árbitro.
Fabián Zucchini, Vicepresidente Segundo de la LRFRC, se muestra preocupado por la reiteración de estas situaciones y menciona a los padres como uno de los focos del problema. "Hay dos cuestiones que nos ayudan a entender los inconvenientes que tenemos con los padres en juveniles: uno es la presión de la semana que tienen la gente y que estalla en la cancha; el otro es que todos los padres se creen que tienen a un "Messi" o a un "Maradona" y esto hace que los presionen demasiado".
Sobre la primera de las razones hay que decir que el uso "catártico" de las canchas de fútbol no es privativo de las categorías infanto/juveniles, sino que en general, todos los encuentros deportivos de los fines de semana tienen algún conflicto que se desata sólo por que alguno de los protagonistas no resolvió las vicisitudes de la semana y decide que el evento es un buen lugar para dejar salir la frustración. Si bien es cierto que el fútbol no es culpable de esto, se debería encontrar una manera para que los estallidos de furia no sucedan.
El segundo motivo mencionado por el dirigente es claramente un problema de modelos de éxito. La idea de que cualquier jugador puede ser un "Messi" se relaciona con el facilismo que habita en nuestra sociedad basado en el pensamiento de que con un hijo futbolista se obtiene el resguardo económico para toda la vida. Esta lamentable idea, que se acerca demasiado a la explotación infantil, es la que más problemas causa en el niño debido a la gran presión que recibe desde su padre. La formación del joven, como jugador y como persona, se ve afectada por esta situación ya que por un lado se ve obligado a desentenderse de muchos de los valores que el deporte posee para responder al mandato paterno y, por otro, no desarrolla totalmente sus condiciones de jugador ya que está pensando más en los resultados que obtiene que en aprender a jugar al fútbol. Zucchini agrega que "la idea de que a tan corta edad uno pueda saber si el chico va a triunfar no tiene mucha lógica e incluso la presión hace que deje de gustarle y no quiera jugar más".
La histeria de los padres fue la que llevo al club Tiro y Gimnasia de San Francisco a tomar la decisión de aplicar el derecho de admisión a todo aquel socio del club, dirigente o padre que incurra en acciones violentas y vehementes durante los partidos de baby fútbol. Esta determinación fue llevada a cabo por un incidente ocurrido en marzo de este año cuando un niño detuvo su marcha en pleno partido y anunció llorando que no quería seguir jugando porque su papá lo estaba insultando. Gerardo Oittana dirigente del club describe que se estableció un contrato por el cual el padre que insulta es excluido del club. “No permitimos que los padres insulten dentro de lo que es el campo de juego cuando se practica el deporte, si eso ocurre automáticamente, como el padre es el socio y no el niño, la comisión directiva del club lo sanciona con la exclusión. Es decir, se lo saca al padre para que el chico pueda seguir desarrollando la actividad tranquilamente."
Al ser consultado por el tema sanciones Fabián Zucchini describe que la Liga no puede sancionar a los padres y que son los clubes los que deben hacerlo. "Nosotros hacemos un seguimiento, sancionamos a los clubes si es necesario. Lo hacemos con apercibimientos, quita de puntos y multas económicas, pero no podemos ir sobre los padres, no es nuestra potestad. Lo que si hacemos es que cuando vemos alguna situación conflictiva reiterada pedimos custodia policial para los árbitros y para que controlen la situación si es necesario", completa el dirigente. Sobre esta situación Oittana describe que en la Liga de San Francisco las sanciones económicas no surtían efecto ya que los que pagaban eran los clubes mientras que los padres no tenían ningún tipo de sanción.
Respecto de esta situación Gabriel Bozzer entrenador de los equipos de la Universidad Nacional de Río Cuarto destaca que el problema de los padres debe ser controlado por las autoridades del partido y también por los propios directores técnicos: "los papás se portan mal pero el que lo debe sancionar es el árbitro que lo puede expulsar. No es como primera división en donde una hace lo que quiere y nadie le puede decir nada desde adentro, en inferiores el árbitro te lo expulsa. Además es muy importante la intervención nuestra en caso de que se trate de un padre de nuestro equipo. Yo insisto en que tiene que ver mucho el docente que esté a cargo del equipo, incluso lo de los padres”.

El trabajo de los entrenadores
El segundo aspecto que preocupa a los dirigentes es lo que sucede en el campo de juego, donde en ocasiones los propios protagonistas (jugadores, entrenadores e incluso dirigentes) cometen constantes acciones violentas contra los árbitros y contra el resto de los participantes. Zucchini describe que lo primero que desde la LRFRC intentan erradicar son las acciones de los jugadores y menciona que en los últimos tiempos han disminuido la cantidad de expulsiones en los partidos de inferiores. "Lo que nosotros queremos hacer es trabajar en la capacitación de los chicos para evitar que se reaccione de mala manera. Una de las formas es ser más severo en las sanciones y la otra es trabajar a fondo con los profesores que son los que tienen más llegada con el chico", explica.
Bozzer menciona que la figura del docente es muy importante ya que es quien puede controlar al niño. "Hay reacciones de un segundo que se dan en el chico en las cuales uno en el momento no puede hacer nada. Pero si vos trabajas en la conducta, en el respeto por los demás y en el respeto por el disfrutar hay muchas menos chances de que esas cosas pasen", comenta el entrenador. Cabe destacar que Bozzer hace referencia a su labor como la de un docente y no de un entrenador, lo que habla de una mirada distinta. Ya no desde la de un entrenador que busca resultados sino desde la de un profesor que intenta impartir enseñanzas a sus educandos.


Puede leer la nota completa en la edición impresa de revista Contragolpe de junio de 2013.

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